domingo, 7 de abril de 2013

MALVINAS, EL ANHELO DE VIAJAR




San Luis, 07 de Enero de 2.007.-

“Me encantaría morir. . .
. . ., habiendo conocido Malvinas”.

¿Por qué escrito a modo de deseo, y no de meta a cumplir, si me hubiera gustado escribir: “Antes de morir, conozco Malvinas”?

Pero esta manera, lo torna como algo que debo hacer si o si, sabiendo que es algo medio imposible o no tan fácil de lograr.

¿Por qué? Porque no soy veterano, ni familiar de Ellos, aquellos héroes que dejaron su vida. Su vida propiamente dicha, su vida física por alguna secuela - mutilación o su vida psíquica y sentimental, por la escasa y estúpida memoria de los argentinos. Y no solo de esta gesta, sino de toda nuestra historia; pero como ésta es contemporánea, pega y llega más hondo. Nos tocó de cerca, quizás por ello la considero dentro de mis causas de respeto y le doy el carácter de SUBLIME.

¿Por qué SUBLIME? Por la sencilla razón que el respeto que he sentido por Ellos (caídos y veteranos), es muy grande, como queriendo representar a toda mi Argentina.
Desde lo más profundo de mi corazón argentino, siento la necesidad que esa memoria, que debemos tener todos, deje de lado ideologías politiqueras y tendenciosas. Dejando recordar si estuvo mal o bien, el por qué de la gesta, las fallas, los que ordenaban incoherencias, los cuadros que nos merecen pertenecer a una fuerza armada, y si recordar a Ellos, los que volvieron, los que quedaron y los que nunca se encontraron.

La historia, es imposible de cambiar, no se tuerce. Lo que si me encantaría lograr es una mayor memoria, y repito: un Sublime respeto por Ellos.

¿Por qué a casi 25 años, se me ocurre todo esto, si mi sueño de llegar a Malvinas es más antiguo?
Porque de grande busqué interiorizarme sobre el tema, a través de libros, Internet, pero nunca intercambiando palabras con Ellos. Por respeto, por cuidarlos, por siempre creer que hacerlos volver mentalmente, puede ser doloroso, aunque en su momento sintieron orgullo de pisar la turba malvinera, honrar la Celeste y Blanca, ya sea disparando un fusil, un obús, el arma que fuera, diciendo amén (así sea) al juramento de aquel 20 de Junio, como tropa o como cuadro.
Porque solo el que juró defender con lealtad y patriotismo . . ., sabe lo que siente; si hasta el más “atorrante”, se le pianta un lagrimón de emoción, amor y pasión en ese momento.

Pasión, le debo sumar al Respeto Sublime, que le tengo a Ellos, por recordarlos, por sentirlos hasta como mi propio hermano y por qué no un padre que dio su vida por sus hijas. Si el General Dn. José de San Martín, es el Padre de la Patria, cada uno de Ellos es el padre de aquellas islas, engendradas con su mujer: la propia Nación Argentina.

Muchos tuvieron miedo o sintieron, creo que son dos cosas distintas. ¿Quién no siente miedo en un enfrentamiento bélico?

Creo que desde el Soldado, hasta el Jefe más antiguo, sintió miedo; sentimiento natural del hombre, unos más otros menos pero todo hombre en alguna circunstancia de la vida, siente miedo.

Acaso no sentimos miedo al disputar un partido, enfrentar un desafío, al rendir un examen, al debutar sexualmente, a casarnos, a presenciar el parto de un hijo, a volar, cómo no lo vamos a sentir en una guerra.

Hubo hambre, hubo frío, hubo “pie de trinchera”, hubo fallas en la logística, hubo que enfrentarse a una potencia de la OTAN. Si, es cierto. Pero Ellos no volvieron, y no debemos permitir, que todo lo otro nos nuble al alma, para no recordarlos y si debemos aferrarnos a esa pasión del Sublime Respeto, para mantenerlos vivos en nuestra memoria y nuestro corazón. . .
. . . Paré para acomodar mi mate amargo. Ese mate que me acompañaba mientras volcaba en letras este sentimiento de Sublime Respeto.

Mate que me acompañó siempre: reuniones de amigos, charlas con mis viejos y hermanos, momentos agradables con mis camaradas de Colimba y en las guardias, allá por el ’85 en la CAINGMON6 (Bariloche), largas horas de estudio en Tandil, para lograr mi anhelado título de veterinario, viajes, idas al campo a trabajar; mientras viva: mi “fiel compañero”.

Mate que sueño ensillar y compartir en suelo malvinense, sentado frente a esa multitud de “crucesitas blancas”, recibiendo de cada una de ellas un guiño de satisfacción y yo sintiendo que saldo esa deuda de Sublime Respeto, sentimiento, memoria y amor, mío y de todo el pueblo argentino para con Ellos.

¿Por qué? Porque nací en un hogar donde papá Raúl y mamá Antonieta, me inculcaron el don del respeto, del amor, de la honestidad.

Así crecí y maduré, . . . Hasta que a los 18 años (1.984), me sortearon.
Si me “salvaba”, empezaba mis estudios para llegar a ser lo que anhelaba desde mis siete años: Veterinario y salir a laburar al campo.

Si me “tocaba” . . . ¡Me tocó! Y así fue que el 05 de marzo de 1.985, a las 20300, llegué a destino: Avenida Ezequiel Bustillos, Km. 9,5 “Guarnición Militar Bariloche”, CAINGMON6, donde compartíamos terreno con la Escuela Militar de Montaña, donde su jefe si mal no recuerdo era el Cnl. Schinelli Garay y el nuestro, y a éste si lo recuerdo por lo buen jefe que fue My. Ing. Carlos Alberto Rinaudo, 2° Jefe Capitán Murga, y les seguían: un Tte. 1° que no recuerdo si era Zavalla o Zeballos, Tte. Di Césare, Tte. Enrique Andrés Di Patti, quien merecería una foja aparte en esta historia y el Subteniente Biberides, además de todo el cuadro de Suboficiales que eran un montón, de los cuales tengo muy gratos recuerdos también.

Ahí trasladé, a la Celeste y Blanca, ese don del respeto, del amor y la honestidad, inculcado por mis padres. Con esto quiero resumir lo que sentí aquel 20 de Junio de 1.985, cuando desde lo más profundo de mi alma y corazón cristiano y argentino grité:

¡¡¡ SI JURO!!!

Me instruí, me comí las “manijas”, habidas y por haber, no aprendí a robar; pero una de las cosas que me marcaron fue sentir orgullo de ser soldado, en ese momento de la Patria y después y para siempre un soldado de la Vida.

Fue una etapa de mi vida inolvidable. Padecí distancia, frío, pero el tener la posibilidad de ayudarle a camaradas, que por su condición social y/o económica, no tenían estudios, a hacer los deberes y brindarles confianza y seguridad en lo que desconocían, me hizo crecer más humanamente, que lo crecido hasta aquel momento.

Con humildad lo cuento, pero por uno de ellos, casi dono mi baja, la 2°, sabiendo que perdía otro año más de estudio, pero por “Lucerito”, lo hubiera hecho.

Siento orgullo de ser ARGENTINO, a pesar de . . . (sería interminable y no es motivo de esto) . . . Siento orgullo de haber sido soldado, por ello siento ese Sublime Respeto, por Ellos que también fueron soldados y tuvieron que defender a la Patria.

Por todo lo que narré, por ese Sublime Respeto que siento, es ese inmenso anhelo de:
“Me encantaría morir, habiendo conocido Malvinas”. Pisar la turba que ellos pisaron, sentir el frío malvinero, la humedad de aquellos pagos donde mis hermanos dejaron todo. Sentir el orgullo que Ellos sintieron, y de paso cebarles, imaginariamente, unos “amargos” para compartir, demostrarles y hacerles llegar mi Sublime Respeto.

Siento que desde la tapa del libro “Malvinas, 20 años – 20 Héroes”, el Sargento 1° Mario Antonio Cisnero, el legendario “Perro”, con su mirada penetrante y ladrido de mando, me ordena:
¡¡Ya basta ciudadano!! Déjese de palabras y continúe. De verdad tengo la sensación que me está mirando y ordenando ello, pero siento la necesidad de despedirme:

A todos Ellos, a los caídos un gran deseo que Dios los tenga a su derecha; y a los que volvieron, un fuerte y caluroso abrazo, que les de la calidez que el frío malvinero no les dejó sentir y hoy los cobije de la frialdad de nuestra memoria.


Fernando Pablo Grippaldi

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