martes, 8 de mayo de 2012

ARGENTINO, NO TE RINDAS

Fue aquella una guerra justísima, cuyos resultados temporariamente adversos no anulan ni opacan la recta decisión de librarla y el honor de quienes supieron protagonizarla con gallardía. Sigan pensando pacifistas, ignorantes y descastados de todo jaez, en las hipótesis mezquinas que habrían motivado la contienda, sosteniendo entonces —contestes con su miopía— que la rendición fue el escarmiento y el fracaso que nos merecíamos. Para nosotros, el 2 de abril, sigue siendo la fiesta de la dignidad nacional, y el 14 de junio la cifra de todas las claudicaciones que aún perduran, aborreciblemente potenciadas.
 
De sobra sabemos que la Argentina de 1982 era una época sombría y decadente, bien que por motivos antagónicos a los que hoy esgrime la historia oficial, subsidiada y ficticia. Como de sobra sabemos que hubo quienes condujeron las operaciones o se condujeron a sí mismos, asidos al pellejo, sopesando cálculos antes que pálpitos, midiendo las armas por sobre el coraje, diagramando estrategias diplomáticas cuando debían soñar asaltos a campo traviesa. Sólo cabía el triunfo, que sigue siendo tal —o empieza por ser tal— si se triunfa sobre el afán de conservar la vida, y el corazón se alista en la brigada de los mártires; en ese último pelotón spengleriano, dueño de todos los arrojos y de la osadía de donarse sin reservas.

Pero llegó la batalla legítima en el abril de la patria, y la patria tuvo héroes. Sangre fecunda de los muertos y de los combatientes cabales, ante la cual cualquier homenaje es pequeño, cualquier gratitud insuficiente, cualquier admiración escasa. Paradójicamente, ha sido un inglés lúcido, Carlyle, el que ha dicho que “no se necesita solamente lo que solemos llamar un alma grande para ser un héroe; lo que se necesita es un alma creada a imagen y semejanza de Dios y que sea fiel a su origen”. Tuvo la nación estas almas durante los días que duró la hazaña. Ennoblece reconocerlo.

Era justa la guerra, quede en claro, precisamente por su hondo e irrenunciable significado teológico. Porque como bien lo ha columbrado Alberto Caturelli, se lidiaba contra Albión, que es la apostasía; contra Leviatán, que es la Serpiente; contra Gog, que es la usura. Porque se luchaba por una soberanía, que no es únicamente señorío sobre el paisaje, sino y ante todo restauración de la Principalía de Jesucristo: La que el hereje desterró de nuestras Islas, desde el mismo día que las poseyó por la fuerza. No fue obra de la casualidad sino de la Providencia, que el operativo militar que restituyó aquel terreno austral injustamente arrebatado, llevase por nombre el de Nuestra Señora del Rosario. Para que el mundo entero supiera que la única reina de aquel territorio insular no estaba en Buckingham, sino en el Cielo. Quienes otrora y después, hasta este hoy de espanto y de vergüenza, no han comprendido o han traicionado esta honda significación religiosa de la lucha, merecen nuestro repudio. Tan simétricamente como merecen nuestra piedad y observancia, los que ataron escapularios a sus fusiles y desgranaron avemarías al son de cada disparo.

El segundo enunciado que aquí queremos asentar, es el que también entonces supimos, pero que luego corroborarían los interesados con explícita grosería. Ante todo,que pudimos haber vencido, infligiéndoles a los intrusos una inolvidable paliza. Lo han reconocido, entre otros, los gringos Charles Koburger, Anthony Simpson, Bruce Schoc, y el mismísimo Secretario de Marina de USA, John Lehman, en su Informe ante el Subcomité de Armamentos de la Cámara de Representantes de su país, el 3 de febrero de 1983. Si no vencimos, no fue por nuestra falta de agallas para la lid, como se insiste en acomplejarnos desde hace veinticinco años, sino por la incalificable traición a la patria consumada por el Generalato y la Partidocracia, con la anuencia y la instigación del embajador Schlaudeman. Cuando el general Llamil Reston le dijo a Galtieri que “Yalta existe”, indicándole con el funesto laconismo que era obligatorio acatar sus inicuos mandatos, hablaba por él toda una clase de jefes castrenses de oprobiosa conducta. Cuando Alfonsín, Menem, Duhalde o De la Rúa, cada uno a su turno, reconocieron que gracias a la derrota en las Malvinas fue posible la instauración de la democracia, no hacían sino coincidir deliberadamente con las gozosas declaraciones que al respecto formularían David Steel, ministro del Foreign Office, en 1985, y la mismísima Margaret Thatcher después, en 1994. El actual sátrapa Néstor Kirchner ha llevado hasta el paroxismo, y cumplido a rajatablas, esta endemoniada dialéctica de los traidores. Nadie como él se ha hecho cargo de la dialéctica instalada por el enemigo, según la cual, de la rendición brotó la democracia, y de la democracia el hundimiento definitivo de las Fuerzas Armadas. Quien juega ante la ordinariez de su hinchada a presentarse como adalid del anti-imperialismo, no es sino su dócil peón, su manso usufructuador y turiferario.

No ha de cerrarse este homenaje con amargura, sino con esperanza. Porque si la Argentina ha de salvarse, será con hombres de la talla de aquellos que pelearon bravamente, algunos de los cuales son ahora prisioneros de guerra de este Régimen monstruoso. Con hombres como aquellos de la talla de Giachino, Estévez, Falconier o Cisneros. Hombres singulares, para quienes la existencia y la muerte no eran concebibles sino como actos de servicio por Dios y por la Patria. Hombres impares, naturalmente decididos y arrojados, caídos gloriosamente entre el hielo y los albatros. Hombres —que tal vez sin saber que repetían las viriles palabras con que Palafox rechazó la rendición de Zaragoza— levantaron su misma consigna en el vértice austral de esta patria doliente: No sé capitular, no sé rendirme, después de muerto hablaremos. Como al estupendo hispano, les cabe a todos ellos —parafraseadas de Pérez Galdós— una sola y confortadora promesa: Siempre habrá entre las tumbas una lengua que grite: ¡Las Malvinas no se rinden!

Antonio Caponnetto

CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE RETIRA LIBRO DE EDITORIAL SAN PABLO EN ARGENTINA

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal norteamericano William Levada, envió el pasado 5 de noviembre una carta a la editorial católica argentina San Pablo en la que le advertía de que uno de sus libros, escrito por un pastor metodista -protestante liberal-, contenía «opiniones contrarias a la doctrina de la Iglesia acerca de la sexualidad» y pedía «remediar cuanto antes tal situación, que es causa de confusión entre los fieles». Se da la circunstancia de que en el año 2010 el pastor se manifestó públicamente a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. El libro ha sido retirado.

«La Congregación para la Doctrina de la Fe y el sentido común», por Luis Fernando Pérez
(Infocatólica) A menos de veinte días de recibir la petición del Cardenal Levada, con fecha 22 de noviembre, el superior general de la Sociedad de San Pablo, Don Silvio Sassi, envía otra carta, esta vez al superior provincial de la misma congregación, P. Agustín Pedro Cortés García, recordando un encuentro previo entre ellos (entre el 5 y el 22 de noviembre) en el que acordaron retirar el libro de los comercios, omitirlo en los catálogos y prohibir la publicidad en las publicaciones de la Sociedad de San Pablo

El libro se llama Parejas y sexualidad en la comunidad de Corinto y es obra del pastor metodista argentino Pablo Manuel Ferrer, de 40 años. Había sido publicado por San Pablo en 2010 a partir de la iniciativa de esta editorial de iniciar una colección ecuménica de exégesis y reflexión en torno a temas bíblicos. Fue así que se invitó a participar a teólogos de otras iglesias cristianas.

“Cuando me convocaron a publicar un libro, me extrañó, pero me pareció muy interesante el planteamiento ecuménico”, destaca Ferrer en diálogo con el periódico El País. El pastor tenía en mente escribir un libro sobre parejas y sexualidad “porque Jesús abrió nuevas posibilidades”. Tenía reparos de que la editorial le cambiara algún contenido: “Yo pensaba que si me tocaban una coma, no lo publicaría, pero publicaron todo tal cual… un aplauso por la editorial. Me pareció interesante que un espacio católico abriera el juego. La lectura bíblica tiene una diversidad de interpretaciones. La tuvo al momento de escribirse. La Biblia no es homogénea”.

La editorial San Pablo mantiene todavía en su web una entrevista al pastor protestante en el que además de defender que la indisolubilidad del matrimonio no es un mandato de Jesús sino una sugerencia, asegura que la Biblia es una "producción social y cultural" que además se contradice. Ferrer llega a decir que "si entendemos la Biblia como palabra revelada de Dios, no hay que buscarle contexto ni nada, pero ahí van a surgir otros problemas".

InfoCatólica ha podido saber que el libro se sigue ofreciendo en la web de la editorial San Pablo en Perú.

Ferrer no sabe aún si intentará publicar el libro en otro sitio, siendo que ya había cedido los derechos de autor al sello San Pablo. “La editorial también salió damnificada: perdió un montón de dinero con tantos libros que no podrá vender. Si lo publico en otro lado, agregaría otros capítulos sobre homosexualidad”, comenta el pastor metodista, que en 2010 apoyó públicamente la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.


La Congregación para la Doctrina de la Fe y el sentido común


La Congregación para la Doctrina de la Fe ha cumplido con su deber al ordenar la retirada de un libro de un pastor metodista, Pablo Manuel Ferrer, de la editorial católica San Pablo. El pastor no es evangélico, como se asegura en muchos medios. Pertenece a lo que se conoce como protestantismo liberal, que no se diferencia gran cosa de los teólogos heterodoxo-modernistas que sufrimos desde hace décadas en la Iglesia.
La lástima es que todos “nuestros” liberales no se vayan con el pastor Ferrer a su chiringuito eclesial. Y también es una lástima que John Wesley no levante la cabeza para poner a ese pastor en el lugar que se merece.

El tal Ferrer sostiene los típicos tópicos que la teología liberal, auténtico cáncer y peste negra de la teología cristiana, ha venido defecando desde hace siglo y medio. De la Biblia dice que es una obra social y cultural que además se contradice a sí misma. Niega de forma bastante clara que sea revelación de Dios. En relación a la sexualidad, sostiene exactamente todo lo que es contrario a la fe católica. Y, en definitiva, no está nada claro que merezca el calificativo de cristiano.

A pesar de todo ello, a la editorial “católica” San Pablo en Argentina no se le ocurrió mejor idea que encargarle un libro con motivo de una colección de ecumenismo. Digamos que aceptamos la idea de que una editorial católica publique obras de teólogos no católicos. Es cosa habitual en las últimas décadas. Ahora bien, a mí no me cabe la menor duda de que en ese bendito país deben de existir decenas y decenas de teólogos protestantes cuya visión sobre la sexualidad y el matrimonio sea muy parecida o idéntica a la de la Iglesia Católica. Es más, podría dar algún nombre. Y, sin embargo, en la editorial han buscado a quien más alejado está no solo de la fe católica, sino de cualquier cosa que huela a fe cristiana. Y, ustedes me lo perdonarán, yo no me creo que eso sea una casualidad. Estoy convencido de que los responsables de esa decisión son tan liberales -y por tanto, tan poco católicos- como el pastor Ferrer.


¿Cómo ha sido posible que el Cardenal Levada haya enviado una carta a la editorial San Pablo para que retire el libro? “La carta se basa en una información recibida. El informante obviamente permanece en secreto…“. Así se describe lo ocurrido en un blog del progresismo eclesial argentino, donde por supuesto se quejan de la censura y tal y cual. Cuando no se entiende que una editorial católica no puede publicar obras que arrementen claramente contra la doctrina católica, es que se ha perdido toda noción del sentido común.

Lo cierto es que estamos ante una prueba evidente de que cuando alguien denuncia una barbaridad ante Roma, hay posibilidades de que sea atendido. En buena lógica deberían de haber sido los obispos argentinos los que decretaran la retirada de ese panfleto herético. La Conferencia Episcopal Argentina debe de tener su comisión para la doctrina de la fe, que para algo ha de servir. Aquí en España hay cierta editorial católica que, desde hace cierto tiempo, ya no publica una sola obra sin el visto bueno de la CEE. Esa fue la condición para que no se le retirara la condición de católica. Quizás haya que hacer lo mismo con la editorial San Pablo en Argentina -y en Perú, donde siguen vendiendo el libro-. Así se le quitaría carga de trabajo al dicasterio romano, que debe de quedar para los casos más “complicados". El ver que un pastor liberal no puede publicar un libro en una editorial católica no es complicado. Es una obviedad.
Pero cuando no se profesa la fe católica, lo obvio se convierte en tiniebla, la mentira en verdad y los argumentos heréticos en la regla para formar la conciencia. Ese camino solo lleva a la condenación.

Luis Fernando Pérez Bustamante

POR EL HONOR DE LA SANGRE

Sangre de Cristo, embriágame
                 
 
Mientras el mundo gemía el drama de Japón, sucedido en el inicio de la Cuaresma; mientras el luto desplegaba su ropaje austero sobre el corazón de los hombres decentes, nos llegó la noticia, según la cual, un grupúsculo burdelesco de funcionarios oficialistas, encabezados por el actual ministro de Economía, se daba cita en el bar “Perón Perón”, ubicado en lo que llaman ahora Palermo Hollywood, y que otrora supo ser, decentemente, “un cielo de relinchos y de crines”, al decir de Jorge Luis Borges.
          
La banda orgiástica del kirchnerismo tenía su propósito expreso en aquella jornada luctuosa de marzo: presentar un nuevo vino, llamado “El Justicialista”, que según sus promotores, sumaría aún más alegría a la que ya tiene el pueblo como consecuencia de las bondades múltiples que prodiga este Gobierno. Henchidos de ínfulas electoraleras —que es estar rebosante de chapuzas— los hijos de Cristina libaron y brindaron por lo que juzgan su inmodificable y seguro triunfo político.
         
Personajes de talante prostibulario se aglutinaron alrededor del neobrebaje, convencidos todos de que se puede imponer la alegría popular por decreto de necesidad y urgencia. Y cada uno de ellos, a su turno y copa en garfio, sintióse autorizado a expresar alguna sonora porquería.
         
Llegado el momento del palurdo que funge de Secretario de Cultura —y que para abreviar llamaremos Jorge Coscia— dijo, según registro de las crónicas: “El vino es bíblico. El famoso pedo que se agarró Noé aparece en la Biblia, el primer libro” (cfr. “La Nación”, 12 de marzo de 2011, pág. 18).
        
“Todos se rieron con ganas”, según apunta a renglón seguido el mismo informante. Es lógico que así fuera. Existe un patólogico reír —propio de los idiotas o de los degenerados— el perfidum ridens, que expresa el gozo que les causa ver la humillación de los demás. En este caso el humillado era nada menos que el Patriarca Noé, cuya embriaguez (Génesis, 9,18-29) es figura de esa copa densa de los pecados del mundo, que el mismo Cristo pidió auxilio al Padre para poder beber (San Mateo, 26, 42). Así lo vieron exégetas de nota, y el mismo Buonarotti lo plasmó en uno de sus frescos, el último de la serie del Génesis que está en la bóveda de la Sixtina.
        
Pero para el Secretario de Cultura —paradigma del intelectual K— Noé es apenas un borracho, y el sacrilegio un divertimento de taberna peronista. Es que Coscia, como sus pares de Carta Abierta, merecen ser discípulos de aquella extraña Escuela de Slovenrie, para quienes orinar, peer y vomitar era el modo connatural de expresarse.
        
Faltaba lo peor, y al final llegó en aquella tenida patibularia. El Ministro de Agricultura, que responde al nombre de Julián Domínguez, alzó una de las botellas de “El Justicialista”, y “se animó, incluso, a comparar el vino con la sangre de Cristo, que «dio la vida por la humanidad», con la sangre de Kirchner, que «dio la vida por la política»” (cfr. “La Nación”, ibidem).
         
Hay una sola manera argentina de castigar esta blasfemia, y es horadando la lengua del impío, como enseñaba el Gral. José de San Martín. ¿Quién se atreverá a hacerlo, mientras le explica al reo que el señor Kirchner no derramó ninguna sangre por nada ni nadie, sino que reventó una noche bajo el destino maldito del insensato, al que el Supremo Juez le pregunta: “¿para quién será lo que has amontonado”? (San Mateo, 12, 16-20). ¿Quién se atreverá al justiciero hierro candente, para que el fuego lave, junto con la injuria, la mitología grotesca que ha transformado en héroe y en santo al más vulgar de los canallas y al más ladrón de los rencorosos?
         
Y hay una sola manera católica de castigar esta horrible imprecación. La explica San Alfonso María de Ligorio en su Sermón IX —para el domingo XXIVº después de Pentecostés— citando a San Juan Crisóstomo: “cuando oigas blasfemar a un hijo vuestro, rómpele la boca, santificando así vuestras manos” (cfr. “Obras Ascéticas”, Madrid, BAC, 1954, vol. II, pág. 523). ¿Quién osará aplicarle la merecida pena? ¿Acaso alguno de estos obispos felones que cuando sale algún curazo agalludo a contener a los viles, acaba pidiéndoles perdón y acallando al valiente?
          
No; nadie excepto el Dios de los Ejércitos castigará a estos repugnantes blasfemos. Que no se llaman sólo Boudou, Coscia o Domínguez, porque tienen los mil nombres de los obsecuentes que rodean el trono de la jaca.
          
Por eso, desoiré en la ocasión a las voces amigas que me piden no trasgredir los límites de la mesura. Pero ¿si no estoy dispuesto a este minímisimo gesto de santa indignación por el honor de la preciosa Sangre de Cristo, por quién lo haré?
         
Escuchen pues, esbirros y esbirras kirchenristas que han sido o serán capaces de tamaña perfidia; escuchen lo único que merecen escuchar con voz tronitonante: son todos ustedes una manga de...
           
Sanguis Christi, inebria me.

         
Antonio Caponnetto

EL 25 DE MAYO DE 1810







Índice:
 
Palabras a los Docentes
 
El problema del 25 de mayo
***
Capítulo Primero
 
¿CÚANDO NACIÓ
LA PATRIA?
El Bicentenario
El origen de la Gran Nación Americana
El origen de la Argentina
Redondeando
***
Capítulo Segundo
 
LA PATRIA ESPAÑOLA
Y CRIOLLA
Los criollos
Buenos Aires y los problemas
con los extranjeros
Las invasiones inglesas
***
Capítulo Tercero
 
EL PRlMER
GOBlERNO CRlOLLO
Después de las Invasiones Inglesas
Empezó la discusión
El 25 de Mayo de 1810
Saavedra
El Caudillo de la Primera Junta
Nuevos Problemas
Redondeando otra vez
***
Capítulo Cuarto
 
LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Y LA IGLESIA
El pecado del liberalismo
Entonces hablo el Papa
Los buenos curas criollos
El Padre Castañeda
***
Capítulo Quinto
 
UN HOMBRE DE MAYO:
MANUEL BELGRANO
Antes del 25 de mayo
Belgrano Militar
Victorias y Derrotas
La creación de la bandera
A Don Manuel Belgrano
***
Capítulo Sexto
 
¿QUÉ FESTEJAMOS
EL 25 DE MAYO?
Nada de confusiones
Buenos motivos para un festejo
 
Apéndice
 
La  Virgen María, la familia y la patria
Nuestra Señora del Rosario de la Reconquista
Nuestra Señora de la Merced
Nuestra Señora del Carmen
Nuestra Señora de las Islas Malvinas
Nuestra Señora de Luján,
Patrona de la Argentina
¡Ave Cor Mariae!
 
Co-edición
Editorial Santiago Apóstol / Bella Vista Ediciones
Librería Santiago Apóstol
(011)4666-3817
La Plata 1721 – Bella Vista

ARGENTINA TIENE HEROES

UNA JUSTICIERA CARTA
  
Lo que sigue es un fragmento de la carta que la Sra. María Delicia Rearte de Giachino, les remitiera a los miembros del CECIM, vergonzosa e indigna agrupación platense oficialista, que pidió el retiro del retrato del Capitán Giachino del Concejo Deliberante de Mar del Plata.
 
 
  
Señores:
    
Con desconcierto he visto que CECIM es incansable.
    
No se conformó con amenazarme con saña inaudita, en Diciembre pasado y en reiteradas oportunidades, sino que ahora se ocupa de agraviar a un muerto, el Señor Capitán de Fragata (Post Mortem) de Infantería de Marina Don PEDRO E. GIACHINO, cuyo nombre será dificil borrar de la historia grande de la Nación Argentina.
     
Realmente estos hechos muestran la catadura moral de quienes integran ese Centro y se dicen “ex combatientes”, no VGM (VETERANOS DE MALVINAS), pues evidentemente dejaron de combatir por la Verdad y la Justicia, no mereciendo el honroso título que los haría acreedores del reconocimiento de los argentinos.
    
Sin embargo, fiel a mis principios, respeto a todo aquel que luchó en Malvinas.
    
Mi experiencia de la guerra es a través de películas, de libros, de relatos de dolor. Pero ustedes la vivieron. Vivieron las miserias y las grandezas de toda guerra. El hambre, el frío, el miedo, la amistad, la caridad, el valor. El triunfo y la derrota. La traición y el altruísmo. El cañoneo y la carta esperada.
     
¿Por qué se convirtieron en ex-combatientes? ¿Por qué cambiaron su fusil por la cobardía? ¿Qué extraño sentimiento de envidia y de rencor los mueve? ¿Por qué borraron sus recuerdos de gloria y los reemplazaron por pedigüeñas mezquindades? ¿Por qué arrancaron el rosario de sus cuellos y se colgaron el amuleto del demonio que entró en sus almas como en la de aquel Judas que vendió su vida eterna? ¿Pensaban en sus esposas, sus hijos, sus padres, sus novias, sus amigos, mientras silbaban las balas, queriendo volver para abrazarlos? ¿Soñaban con la entrada triunfal del guerrero en su Patria, nunca derrotado?
     
Tal vez las respuestas opaquen sus corazones y destruyan su razón. Tal vez no fue culpa de ustedes. Tal vez intereses bastardos terminaron con sus ilusiones. Tal vez sus jefes no supieron o no quisieron valorar sus sacrificios. Tal vez la ingratitud del pueblo argentino los rebeló. Tal vez creyeron que habian perdido sus “derechos humanos” y los buscaron en los DDHH de los extraviados.  ¡Cómo […] se hundieron en el fango viscoso de los “estúpidos imberbes”, ya barbados y corruptos!
        
Ustedes pretenden destruir, mancillar la gloria de aquellos que murieron a su lado. Ustedes no curan con amor las heridas y los traumas imborrables de los que compartieron el pozo en la turba helada. Ustedes se ensañan con los que fueron fieles a su juramento y lo sostienen aún después de muertos, y en cambio se convierten en despreciables perjuros, deshechos de una sociedad que perdió el rumbo.
     
Cobardes que traicionan a sus héroes. Cobardes que colaboran en la vergüenza de un país que es hazmerreír del mundo. Cobardes que se esconden en la sombra del anonimato como esbirros de políticas interesadas, que así como los acogió, los tirará al basural cuando logren sus deshonestos propósitos. Cobardes que son cómplices del “fin de la historia” de Gran Bretaña sobre la soberanía de las Islas, esa soberanía que dice reclamar la Sra. Presidenta mientras admite que se la desconozca, callando mientras enlodan a quien, con su vida, se ofrendó por todos los argentinos, para que su bandera volviera a cubrir la tierra redimida.
      
Ustedes se rindieron, son ex-combatientes, no pudieron librar “el buen combate”. Las 649 cruces no; son Veteranos de Guerra de Malvinas que siguen combatiendo desde el cielo, el mar y la turba hasta la victoria final.
    
Señores del CECIM: Qué Dios los perdone. Yo, pobre pecadora, todavía no puedo.
      
María Delicia Rearte de Giachino

DONOSO CORTES

"Y no se me diga que, si el vencimiento es seguro, la lucha es excusada; porque en primer lugar, la lucha puede aplazar la catástrofe, y en segundo lugar, la lucha es un deber y no una especulación para los que nos preciamos de católicos. Demos gracias a Dios de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a Aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria"

Donoso Cortés

SOCIOLOGÍA ANTIMILITAR EN EL COLEGIO MILITAR

La Sociología y Psicología son dos carreras universitarias que están de moda. Sociólogos y psicólogos se producen en serie y se introducen de inmediato en todas partes para conducir a las almas y orientar la convivencia.
   
Ambas disciplinas se encaran desde un punto de vista empírico, positivista, experimental, como ciencia de fenómenos; esto es, sin consideración alguna de la naturaleza del hombre y del fin de su existencia. Se prescinde pues de la Religión y de la Metafísica, de todo juicio de valor y de fin, como si se tratara del estudio de los fenómenos físicos.
  
Claro está que dicha pretendida neutralidad religiosa y moral en aras de la objetividad científica, no excluye realmente ni el supuesto religioso ni el metafísico. Por el contrario, se parte de la irreligiosidad y de una pseudometafísica materialista; se niega la presencia de lo religioso y de lo metafísico en los fenómenos sociales tanto como en los fenómenos psíquicos.
  
El Gral. Benjamín Rattenbach se ha ajustado a este criterio empírico y positivista al redactar un manual titulado El sector militar de la sociedad, que se usa oficialmente en el Colegio Militar de la Nación.
  
No puede ser más pobre, ni más vulgar, ni más desmoralizadora la idea que pueden formarse de la institución militar, los futuros oficiales a través de las páginas de este libro. El autor decribe las características comunes de las Fuerzas Militares con la misma indiferencia de un botánico al describir y clasificar las raíces, tallos u hojas. De ahí su aclaración inicial sobre el criterio científico que sigue en su estudio: la sociología “es una de las ciencias sociales que busca mediante procedimientos empíricos el conociminto de la sociedad humana. Se puede decir que la sociología militar, es una ciencia social empírica que persigue sólo el conocimiento” (p. 24).
  
Lo que no dice el Gral. Rattenbach es qué clase de conocimiento y qué valor tiene para el futuro oficial. No dice que se trata de un conocimiento superficial, superfluo y de valor negativo, porque deja de lado la cualidad moral, el sentido interior, la característica distintiva esencial que acusan los fenómenos sociales. Y por esta grave omisión, el examen se limita a las características comunes, materiales y externas, que por sí solas, hacen que se confunda un acto de coraje heroico con un asesinato alevoso y cobarde, tal como se advierte en el capítulo VI de este increíble manual, donde se tratan “las contradicciones morales” que afectan al sector militar (p. 90 y ss).
  
Es notorio que los fenómenos sociales de matar, espiar, engañar, atacar por la espalda a uno o a muchos semejantes, tengan lugar en la guerra o en lapaz y sean obras de militares en servicio o de pistoleros en atracos, se parecen como una gota de agua a otra, si atendemos únicamente como lo hace el Gral. Rattenbach a las características comunes, superficiales, materiales y externas. Y es así como tan irrisoria comparación se puede aventurar el insólito juicio de los pacifistas cuáqueros o trasnochados.
   
En el sector militar se enseñan y aplican ciertos principios que, indudablemente, representan una contradicción con respecto a los principios morales comunes que rigen en el resto de la sociedad. En primer lugar tenemos la inversión del célebre precepto bíblico ‘no matarás’ que aquí rige al revés y es objeto así de una recomendación especial. Matar a muchos y en forma rápida ha sido durante siglos y milenios el sumun del arte militar, y aún cuando en la época presente la estrategia militar no busca tanto producir muchas muertes como imponer al adversario la voluntad propia, subsiste en este campo la inversión del precepto moral civil en cuanto al significado del homicidio y la muerte. Más aún, todavía se admira y se consagra como héroe a aquel que logra destruir a muchos adversarios en un acto de arrojo o de temeridad. Un proceso parecido sufre el problema del espionaje” (p. 99).
  
El subrayado nos pertenece. Hemos querido destacar ese “todavía se admira y se consagra como héroe” en la pluma de un general argentino y en la formación ética de los cadetes que llevan, uno y otros, la réplica del corvo de San Martín.
  
Quiere decir que, según el Gral. Rattenbach, llegará tiempo en que el arrojo de San Martín, de Dorrego, de Lavalle, de Lamadrid, dejará de admirarse y de ser consagrado como heroico.
  
Causa estupor que el Colegio Militar de la Nación, se enseñe a los futuros oficiales de nuestro Ejército que las más altas virtudes militares y guerreras están en contradiccion con los principios morales que rigen al resto de la sociedad, como si hubiera una moral civil y una moral militar; como si los principios morales que rigen en el cuartel fueran bárbaros, crueles, el todo está permitido y el fin justifica los medios, frente a los principios civilizados, pacíficos, que mandan obrar el bien y no hacer el mal, por ejemplo, “no matar”.
  
El soldado que mata en la guerra en que se juega el destino de la patria, su soberanía, su honor, no lo hace porque se cree dueño de las otras vidas, ni de la propia, ni movido por odio personal hacia el adversario, ni en procura de su propio interés. Lo hace porque está en juego un bien que vale más que la propia vida temporal y la de los otros, porque el Bien Común es más importante que el bien particular, porque pertenecemos a Dios, a la Patria, a la Familia, y nos debemos a estos principios de vida más que al cuidado de lo que en nosotros es de la muerte; porque sin esos bienes la vida sería peor que la muerte. Hasta el poeta pagano Horacio canta:
“Por la patria morir es dulce y noble.
También la muerte al desrtor acosa,
ni perdona a rodilla que se dobla
ni a espalda que se vuelva temerosa”.
  
Y el Padre Castellani, en versos inspirados por el gran Péguy insiste:
  
“Dichoso aquel que muere por su casa y su tierra
pero sin haber hecho dolo ni causa injusta […]
Dichoso aquel que muere para que siga indemne
la vida de un niñito, la gloria de un país”.
  
Lo que vale para morir, vale igual para matar, porque es la vida que se hace don en uno y otro caso, es la sangre que se derrama inocentemente por una causa justa y solemne.
  
¿Cómo se puede confundir con el asesinato o con el suicidio, con el que desprecia la vida del otro o la propia? ¿Cómo se pued confundir a un soldado que dispara su ametralladora en defensa de su patria, con un pistolero que dispara su ametralladora en el atraco de un banco?
  
Son dos fenómenos sociales materialmente parecidos, pero moralmente opuestos en orden al mismo principio supremo de la moral cristiana: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a tí mismo”.
  
En principio, el hombre debe respetar la vida de otro hombre, pero en el caso concreto y extremo de la defensa de su Religión, de su Patria, de su casa, de su prójimo, debe matar si es preciso. Y entonces muere y mata por amor.
  
No hace falta apelar aquí a otros argumentos ante cosa tan notoria; tampoco hace falta insistir en otros temas tratados por el Gral. Rattenbach, para poner en evidencia el espíritu antimilitar y antisanmartiniano de su libro, así como su pluralismo y relativismo éticos.
  
Es increíble que manuales como El sector militar de la sociedad puedan ser escritos por un general, editado por el Círculo Militar, y usados oficialmente en la formación de los jóvenes que se preparan para morir y matar en defensa de la Patria y del Occidente Cristiano.
  
Si en cualquier época sería un contrasentido manifiesto, en la presente que se caracteriza por la Guerra Revolucionaria, en la que domina el aspecto doctrinario y la subversión social, resulta suicida; una contribución activa al desarme moral de los hombres de armas.

Jordán Bruno Genta

domingo, 6 de mayo de 2012

PARA COMPETIR EN "suelo inglés", ENTRENAMOS EN SUELO ARGENTINO


“Que no me ofrezcan lo que nunca tuve
por compensar lo que nos han quitado,
el honor de decir: donde yo estuve
flamea un estandarte soberano”.


La gracia de Dios, que desde el pesebre sabe hacer brotar lo grande de lo pequeño y la flor del lodazal, hizo el milagro de que en ese ámbito de estrecheces y de fervores nacionalistas católicos, y a pesar de mis limitaciones, se contribuyera a la formación de un héroe.


LAS MALVINAS FUERON,
LAS MALVINAS SON Y,
LAS MALVINAS SERAN...
ARGENTINAS