miércoles, 30 de abril de 2008

La necesidad de una vertebración

Reconquista ¿Posible?
Por Pablo Guiñazú.

Después de participar del 5° Congreso de Formación para el Liderazgo Juvenil, he llegado a una conclusión que hace algún tiempo he venido pensando, meditando, rezando... “No existe organización católica que se encuentre a la altura de los ataques de los masones, marxistas, liberales y protestantes que avanzan de manera avasalladora, aunque casi imperceptible, sobre nuestra Madre Iglesia, nuestra amada Patria, nuestras familias y nuestras juventudes”. A pesar de que son muchos los grupos que se dedican a la formación y la acción, todo lo que hacemos resulta estéril e ineficaz. A mi entender, este estado infructuoso de nuestra acción se da por la falta de vertebración.Actuamos, sí, pero sin organización conjunta y programada, cada “islote de cristiandad”, llamados así por el Rdo. Padre Alfredo Saenz, actúa de manera separada e individual. Dicho ya, que el motivo principal de nuestra esterilidad en el apostolado es la falta de organización conjunta, preguntémonos entonces, ¿por qué esta disgregación? Aquí tiene un papel más que importante el amor propio desordenado, ya que todos actuamos para nosotros mismos, y no para quien debemos actuar, que no es mas que Cristo, el Rey de Reyes; es a Cristo a quien debemos entregarnos, es a Cristo a quien debemos responder, es por Él, con Él y en Él que debemos vivir. Y es aquí donde surge una palabra clave: ENTREGARNOS. Esto es lo que le falta a los pequeños islotes de cristiandad, la entrega sin medida al que entregó todo por nosotros. ¿Cuántas cosas ocupan nuestras cabezas, cuantas banalidades, cuantas cuestiones innecesarias, cuantas preocupaciones que no tienen sentido? ¡Que distintas serían las realidades de nuestra maternal Iglesia, de nuestra Patria, de nuestras familias y de nuestras juventudes, si viviéramos nuestros días como una generosa entrega al que derramó hasta su última gota de sangre por la salvación del mundo entero! ¡Que distinto sería todo! Si dedicáramos una hora de nuestros agitados días en pensar verdadera y sinceramente la forma de reconquistar el terreno perdido, la forma de avanzar con un ataque eficaz y lleno de frutos, y de dejar atrás esta retirada cobarde de la que somos participes, retirada ante el enemigo que ríe siniestramente al vernos retroceder vergonzosamente sin saber que hacer, sin saber donde escondernos, con muy pocas esperanzas de volver al frente con un ataque certero, por que, como está escrito arriba, estamos tirando los últimos disparos, pero tan cobardemente que no conseguimos dañar en lo mas mínimo a nuestro objetivo. Todo cambiaría si en cada ambiente, si en cada conversación, habláramos de la necesaria Reconquista, si nos preguntáramos la forma, el comienzo, el camino para reconquistar esta Iglesia, esta Patria, estas familias y esta juventud, no para nosotros, sino para Cristo, Dueño de todo lo que existe. Para todo esto necesitamos primero la entrega. Entrega sin medidas, sin especulaciones, sin calculo alguno, pero no lograremos jamás esta entrega si no empezamos por pedir que la Gracia de Dios Nuestro Señor nos trasforme, y que Cristo Jesús perdone cada uno de nuestros pecados por medio de nuestras Penitencias. Penitencias corporales y espirituales, rígidas, constantes, sin tregua, para poder vencer nuestras pasiones, nuestros defectos, y así llegar a la conversión del corazón y a la entrega TOTAL. Solo así, acompañados por estas armas, la Gracia y la Penitencia podemos pensar verdaderamente en la Reconquista. Una vez que todos logremos tal perfección, entonces tendremos el entrenamiento necesario para la batalla final por el Reinado social de Cristo. Pero mientras tanto tratemos de unir fuerzas, tratemos de juntar inteligencias, corazones y voluntades. Y una vez unidos por una Causa Común, entonces, elaboremos el Plan. El Plan es un orden preconcebido para la consecución de un fin, significa una sujeción de nuestro espíritu a normas fijas; a las que hay que atenerse para la ejecución; exige además como dijimos reflexión y sacrificio. Pero todo esto requiere una última condición, tenemos que decidirnos a ser hombres de acción; la acción es la fuente de todos los bienes, como la inercia de todos los males. ¡Seamos pues hombres de acción y salvaremos la Argentina! Si somos hombre de acción, nos uniremos, por que viendo que trabajamos nos seguirán las multitudes, hartas de palabras y hambrientas de obras. Si somos hombres de acción, tendremos unidad de pensamiento, por que la realidad nos hará concurrir a todos en las mismas afirmaciones. Si somos hombres de acción, seremos racionalmente optimistas, por que Dios bendice, no los lamentos y las tertulias, sino los sacrificios y trabajos. Si somos hombres de acción, daremos nuestro dinero con generosidad, por que nos persuadiremos de que trabajar sin él es perder el tiempo lastimosamente. Si somos hombre de acción, tendremos sentido común, por que el trabajo agudiza el sentido de lo real.Pero insistimos en que es preciso pedir a Dios Nuestro Señor, que todo lo dicho se pueda realizar recordando una frase extraordinaria del Rdo. Padre Leonardo Castellani:

“Pobre mi Patria en manos de hombres tenderos y charlatanes. Será posible que hayan muerto ya todos sus capitanes”.Pidamos entonces a Dios Nuestro Señor, si es su voluntad, suscite “Hombres y no sombras de Hombres” para la restauración total y final de nuestra amada y doliente Patria.

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