jueves, 31 de diciembre de 2009

LA FRACCIÓN DEL PAN NO ES UNA ACCIÓN TEATRAL

Pregunta:

Mi pregunta está relacionada a la actitud de los sacerdotes que inmediatamente antes de la consagración, en las palabras «tomó el pan, lo partió…», quiebran la hostia por la mitad y la separan. En mi modesto entender e información recibida en un seminario, se nos dijo que eso no era válido y que se le debe decir al sacerdote. Padre ¿podría responderme sobre el tema?

Respuesta:

La fracción del pan antes de la consagración constituye uno de los abusos litúrgicos que figuran como tales en la Instrucción de la SCCDS, Redemptionis Sacramentum (25/03/2004):

«55. En algunos lugares se ha difundido el abuso de que el sacerdote parte la hostia en el momento de la consagración, durante la celebración de la santa Misa. Este abuso se realiza contra la tradición de la Iglesia. Sea reprobado y corregido con urgencia».

¿Cuáles son los motivos que fundamentan esta disposición?

En primer lugar, porque el rito manda que se haga la fractio después, luego del saludo de la paz y mientras se canta el Cordero de Dios (Cf. OGMR, n. 83). La fidelidad a las rúbricas ya sería motivo suficiente para no cometer este abuso. En la Ordenación General del Misal Romano se recuerda al sacerdote celebrante que «él se halla al servicio de la sagrada Liturgia y no le es lícito añadir, quitar ni cambiar nada según su propio gusto en la celebración de la Misa (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, 22) (OGMR, n. 24).

Pero hay razones más teológicas, que así lo piden, y que tienen que ver con la estructura de la Misa, según los cuatro verbos que figuran en la narración de la institución de la Eucaristía: «tomó», «bendijo», «partió», y «dio», que se corresponden, respectivamente, con el ofertorio, la consagración, la fracción y la comunión. En la Misa no se hace una simple memoria de lo acontecido en la Última Cena, por eso cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración, no lo hace como quien narra algo que hizo Jesús, sino como quien lo está haciendo (actualizando) en ese momento, por virtud de las palabras de Cristo, en cuya Persona actúa (se dice, in Persona Christi). Es decir, el sacerdote actualiza lo mismo que hizo Nuestro Señor en el Cenáculo, es decir, transubstancia el pan en Su Cuerpo y el vino en Su Sangre (con la diferencia que Jesús anticipó su Sacrificio redentor, y el sacerdote lo perpetúa). Por eso, ninguna liturgia antigua y actual ha pretendido repetir materialmente los gestos de Cristo en la Última Cena sino su contenido y esto, no en una celebración hebrea sino cristiana.

Al respecto, dice la OGMR, 72:

«72. En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y el banquete pascuales. Por estos misterios el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia, cuando el sacerdote, representando a Cristo Señor, realiza lo mismo que el Señor hizo y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de Él.[Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 47; Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día 25 de mayo de 1967, núms. 3 a. b: A.A.S. 59 (1967) págs. 540-541]

Cristo, pues, tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las palabras y a las acciones de Cristo, a saber:

1) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

2) En la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.

3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo».

Por lo tanto, al hacerse este gesto cuando se pronuncian las palabras «lo partió», se estaría trastocando el orden de las acciones de la Última Cena. «Partir la hostia durante la Plegaria Eucarística, al decir “lo partió y lo dio a sus discípulos” es comprimir en una dos acciones distintas de la Liturgia de la Eucaristía, y tratar de convertir la memoria litúrgica en representación dramática. Por otra parte, tal práctica ni siquiera es una adecuada representación dramática, puesto que, según toda teología, el pan no está realmente “bendecido” (es decir, consagrado) hasta después del momento en que algunos celebrantes lo parten (es decir, hasta que no pronuncian las palabras de la consagración –agregamos, para que quede claro-). Esta práctica, por tanto, en lugar de seguir más fielmente la Escritura, altera el orden que en ella se describe (es decir, bendecir-partir, se cambian en partir-bendecir» (D. C. SMOLARSKI, SJ, «Cómo no decir la Santa Misa», Dossiers CPL 41, Barcelona 21990, 58).

Además, si fuéramos consecuentes con una mera dramatización de la Última Cena, entonces, no sólo habría que tomar el pan y partirlo, sino también bendecirlo en ese momento y darlo, todo esto antes de la consagración. Pero la Misa no es una mera repetición de la Santa Cena, sino que es una actualización ritual y sacramental del mismo Sacrificio de la Cruz, y, por ende, de lo mismo que mandó hacer Nuestro Señor en la Última Cena, en la que se instituyó este Santísimo Sacramento.

El Dr. Ralph Keifer, lo dice mejor: «Partir la hostia durante el relato de la Institución es un abuso porque el relato es principalmente una proclamación de por qué celebramos la Eucaristía (…); no es una demostración de lo que hacemos nosotros en la Eucaristía. Si el relato fuera una demostración de lo que nosotros hacemos, lo propio sería no sólo partir el pan sino también compartirlo en ese momento y, una vez dichas las palabras sobre el cáliz, darlo también en ese momento. El relato de la Institución no está concebido como un relato litúrgico dramatizado. Está concebido para proclamar que celebramos la Eucaristía porque es el memorial del Señor» (citado por D. C. SMOLARSKI, Idem, 59).

Podría objetarse también que al realizar la fracción en ese momento, habría en la Misa dos fracciones (porque luego se hace la fracción y la inmixtión antes de la Comunión), con lo que se iría contra uno de los principios de la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, a saber, la simplificación de los ritos, y la eliminación de toda duplicación innecesaria (Cf. Sacrosanctum Concilium, 21 y 34). Además, se elevaría la hostia consagrada para la adoración de los fieles, ya partida, lo cual corresponde hacer después, cuando se eleva la hostia antes de la Comunión (aunque muchos de los que parten la hostia antes de tiempo, la «reconstruyen» indebidamente para la ostensión antes de la Comunión, privando de sentido pleno a la misma fractio, que, entre otras cosas, representa al Cordero inmolado).

Cabría preguntarse, dado que no se trata de una dramatización o historización de la Cena del Señor, ¿por qué el sacerdote toma la hostia para consagrar? ¿Por qué eleva los ojos al decir «elevando los ojos al cielo»? Y, en la Forma Extraordinaria del Rito Romano –según el Misal Romano de 1962-, ¿por qué el sacerdote bendice el pan con la señal de la cruz al decir «lo bendijo»? E incluso, entre los sirios occidentales y coptos se imita también el fregit, o sea, la fracción, partiendo la forma pero sin romperla (Cf. J. A. JUNGMANN, El sacrifico de la Misa, BAC, Madrid 1951, II, 871). ¿No es esto una teatralización del relato de la Institución de la Eucaristía? ¿No parece contradecir todo lo que venimos diciendo?

La Iglesia tiene sus motivos para decidir cuáles gestos adoptar en el rito, de entre los observados por el Señor (conforme la tradición y los Evangelios), y cuáles descartar o preferir en otro momento de la celebración, como es el caso de la fractio.

Ciertamente, no es necesario que el sacerdote tome el pan con sus manos, siendo suficiente que tenga la intención de consagrarlo, como, de hecho, hacen los concelebrantes o, el mismo celebrante que preside con las demás formas que consagra. Ya hemos dicho que el «tomar» corresponde más bien al ofertorio, en el que se separa y prepara la materia para el sacrificio. Sin embargo, dado que las palabras de la consagración se aplican a la materia ya separada (tienen un orden con respecto a la materia presente), el hecho de tomar la hostia en ese momento hace más patente este concepto, desde el punto de vista del signo (ya que al decir: «esto es mi Cuerpo», el «esto» se refiere a lo que está cerca del que está hablando); pero, además, porque a la consagración sigue el rito de la ostensión de la Hostia, lo cual no podría hacerse, como es obvio, si no se tomara la misma).

Por su parte, el elevar los ojos al cielo y el dirigirse al Padre, no es cosa teatral, sino una acción cultual, e indica la idea del ofrecimiento de la materia que se va a sacrificar, y refuerza que toda la consagración y el relato de la institución forma parte de la oración que se dirige al Padre.

Para concluir, como principio, digamos que en el rito del relato de la Institución y la consagración, no se adoptan aquellas ceremonias y gestos que realizó nuestro Señor, y que no pueden imitarse manteniendo la actualidad de lo que se está haciendo. Esto sucede con el gesto de «partir» y el de «dar». Cristo dio su Cuerpo como comida, y no pan. ¿Qué orden observó Jesús en la Última Cena? ¿Qué es lo que nos mandó hacer en memoria suya? Según Santo Tomás de Aquino, «el orden tiene que haber sido así: Tomó el pan, lo bendijo diciendo: “Esto es mi Cuerpo”; después lo partió y lo dio a sus discípulos. Pero Santo Tomás aclara que “esto mismo vienen a indicar las palabras del Evangelio sin cambiarlas ya que el gerundio “diciendo” (en latín se utiliza el participio “dicens”), indica cierta concomitancia de las palabras que se pronuncian con las que anteceden. No obstante, no se debe entender sólo la concomitancia con las últimas palabras dichas, como si Cristo hubiera dicho estas palabras en el momento de dar el pan a sus discípulos, sino que deben entenderse con respecto a todo lo que precede, y el sentido sería éste: “Al bendecirlo, partirlo y darlo a sus discípulos dijo estas palabras: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”. Lo mismo vale para el “diciendo” de la consagración del sanguis» (C. M. BUELA, Nuestra Misa, EDIVE, Washington-Arequipa-Dushambé-San Rafael-Segni 2002, 301-302).

Para poder observar el mismo orden de lo que hizo Jesús, en el rito de la Misa necesitamos anticipar algunas acciones (como el tomar) y posponer otras (como el partir y el dar). De paso, queda claro que la narratio institutionis o relato de la Institución se encuadra en el momento de la Misa que corresponde al «bendecir», esto es, a la consagración de las especies del pan y del vino, el momento culminante de toda la Misa, en el que el sacerdote no actúa como quien relata un hecho pasado, sino, como en realidad sucede, actualizando la transubstanciación.

P. Jon M. de Arza, IVE

jueves, 24 de diciembre de 2009

CANTARES DE NAVIDAD (FRAGMENTO)

En los brazos de la luna
está dormidito el sol,
¡ay!, ¡qué dichosa es la Virgen,
qúe así tiene al Niño Dios!
Un portal que se derrumba,
dos bestias en él durmiendo
y en el hueco de un pesebre
todo el cielo, todo el cielo.

Esta noche es Nochebuena
y esta noche no se duerme,
¿acaso duermen las aves
cuando el sol sus rayos vierte?
Por milagros del amor
en el jardín de Belén,
del cáliz de una azucena
brotó un hermoso clavel.

Por una sola mirada
de esos, tus divinos ojos,
diera yo, como los reyes,
mis alhajas, mis tesoros.
Dicen que ha quedado el cielo
sin ángeles y sin astros,
porque al cielo de la tierra
esta noche se bajaron.

He visto sobre las pajas
tiritar al sol de frío,
mirad hasta dónde llegan
del amor los sacrificios.
Dime, Niño rubicundo,
qué milagro es el que has hecho,
que siendo la gloria eterna
seas aquí tan pequeño.

Dormidito está Jesús
en los brazos de su Madre
y llora porque en sus sueños
ha visto una Cruz de sangre.
Corderos, aves y fuentes,
callad, callad, no hagáis ruido,
que está durmiendo Jesús...
y está soñando conmigo.

P. Teodoro Palacios
(1885-1938)


¡¡SANTA Y FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!



NAVIDAD NO ES "FÁBULA" SINO RESPUESTA DE DIOS AL HOMBRE QUE BUSCA VERDADERA PAZ, DICE BENEDICTO XVI

Ángelus dominical

Al presidir el rezo del Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro ante miles de fieles, el Papa Benedicto XVI recordó que hoy, cuarto domingo de Adviento, la Iglesia recuerda que el Niño Dios que ya está pronto a nacer en Navidad, y que este especial acontecimiento "no es una fábula para los niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad en busca de la verdadera paz".

Tras explicar luego que Belén, en Tierra Santa, es una ciudad símbolo de la paz "buscada fatigosamente y muy esperada", el Santo Padre indicó que en este lugar "y en el mundo entero, se renovará en la Iglesia el misterio de la Navidad, profecía de paz para todo hombre, que alienta a los cristianos a entrar en lo recóndito, en los dramas, con frecuencia desconocidos y escondidos, y en los conflictos del contexto en el que se vive, con los sentimientos de Jesús".

De esta manera, prosiguió el Papa, los cristianos serán capaces de "convertirse en todo lugar en instrumentos y mensajeros de paz, para llevar amor donde haya odio, perdón donde haya ofensa, alegría donde haya tristeza y verdad donde haya error, como dice una oración franciscana".

"Hoy –continuó Benedicto XVI– como en los tiempos de Jesús, la Navidad no es una fábula para los niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad en busca de la verdadera paz. ‘¡Él mismo será la paz!’, dice el profeta refiriéndose al Mesías. A nosotros nos toca abrir totalmente las puertas del corazón para acogerlo".

En ese camino, concluyó el Papa, "aprendemos de María y José: nos ponemos con fe al servicio del designio de Dios. Incluso si no lo comprendemos plenamente, nos confiamos a su sapiencia y bondad. Busquemos antes que nada el Reino de Dios y la providencia nos ayudará. ¡Feliz Navidad a todos!"

En su saludo en español, el Pontífice explicó que "la Virgen Santísima, llevando en su seno y en su corazón al Hijo de Dios, fue causa de alegría para su pariente Isabel. Os invito a que, acogiendo en vuestro interior la divina Palabra, dando un testimonio fiel y convencido de la fe y prodigándoos en obras de caridad, seáis también para los demás testigos y mensajeros de Cristo Jesús, fuente de gozo y esperanza para el mundo".

Asimismo invitó, "estando ya próximas las fiestas de la Navidad, a prepararos con fervor a la celebración del nacimiento del Verbo, hecho carne en las purísimas entrañas de María. Feliz domingo".

LEY DE UNIONES HOMOSEXUALES EN MÉXICO ES INMORAL, INADMISIBLE Y CONDENABLE

El Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, señaló que la reciente ley que aprueba las uniones homosexuales en el Distrito Federal es una norma "inmoral, inadmisible y condenable" que "golpea en su estructura más íntima a las familias mexicanas, institución sobre la cual nuestro país ha construido su rica historia, sus valores y su espiritualidad".

El Purpurado explicó que "esta ley –que equipara la unión entre personas del mismo sexo con el matrimonio entre un hombre y una mujer– ha abierto las puertas a una perversa posibilidad para que estas parejas puedan adoptar a niños inocentes, a quienes no se les respetará el derecho a tener una familia constituida por una madre y un padre, con los consecuentes daños psicológicos y morales que provocará tal injusticia y arbitrariedad. Esto, desde luego, es absolutamente inadmisible y condenable".

El Arzobispo Primado instó luego a recordar a "nuestros legisladores que la unión conyugal entre un hombre y una mujer es la única capaz de procrear, y que esto no es cuestión de concepciones religiosas sino de una realidad. La propia naturaleza humana ha dictado las bases de la institución del matrimonio heterosexual, para bien de los contrayentes, para la generación y educación de los hijos, y para la formación sana y adecuada de la sociedad".

Por ello, continuó el Cardenal Rivera, "la Iglesia considera una aberración equiparar las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio, pues éstas son incapaces de alcanzar los fines que dieron origen a esta imprescindible institución que, para los cristianos, no obedece sólo a una forma de organización social, sino que es un orden instituido por Dios desde la creación del mundo, y sobre esta voluntad divina que rige la moral conyugal no puede estar ninguna ley humana. Tal pretensión no es más que soberbia, e inevitablemente llevará a la sociedad a la ruina, lo cual nos preocupa hondamente".

"Con las uniones entre personas del mismo, la madre y el padre se convierten sólo en palabras y los sexos carecen de sentido. Nuestros niños y jóvenes corren un gravísimo riesgo al ver como normales este tipo de uniones, y pueden entender equívocamente que las diferencias sexuales son un simple tipo de personalidad, dejando así de apreciar la dualidad de la sexualidad humana, que es condición de la procreación y, por tanto, de la conservación y desarrollo de la humanidad".

El Cardenal destacó luego que "las uniones entre individuos del mismo sexo no tienen futuro, toda vez que son pocas las personas homosexuales que desean unirse bajo este esquema con su pareja, lo cual se puede observar en los países que ya cuentan con esta ley, y en los que se aprecia una tendencia a la baja en el número de uniones de esta índole".

El Arzobispo denunció luego que la decisión "tomada arbitraria e irresponsablemente por los diputados del Distrito Federal va en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos, según lo demuestran las encuestas, de modo que los legisladores han atentado y, una vez más, como sucedió con la criminal ley del aborto, se han burlado de la sociedad, la familia y los valores del pueblo mexicano, al rechazar la solicitud formulada tanto por instituciones como por personas, quienes exigieron realizar un referéndum entre la población".

El Cardenal Rivera reiteró además que "negarle a alguien que pueda casarse con otra persona de su propio sexo no es discriminarle, sino reconocer y defender al matrimonio como institución esencialmente heterosexual. Una unión formal entre personas del mismo sexo será todo, pero jamás un matrimonio, y desde los valores cristianos siempre será inmoral".

No existe, prosiguió, "ningún fundamento racional o ético para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos homosexuales, en efecto, ‘cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso’".

Luego de explicar que las relaciones sexuales homosexuales son intrínsecamente perversas pero que la Iglesia nunca condena a las personas que sufren la inclinación homosexual, el Cardenal alentó a que "la aprobación arbitraria de esta ley inmoral sea el antídoto para que en los demás estados de la República no sigan este perverso ejemplo y se haga lo necesario para defender constitucionalmente a la familia, comprometiéndose los fieles laicos a evitar, por cauces legales, estos atropellos contra la sociedad misma y sus valores más preciados".

Tras pedir oraciones por los diputados que han aprobado esta ley inmoral, el Purpurado concluyó haciendo votos para que "Nuestro Señor Jesucristo, que vino a Nosotros en la humildad de la carne, reine sobre nuestra atribulada nación, y que la amorosa protección de su Santísima Madre, Nuestra Señora de Guadalupe, se extienda sobre todos ustedes y sus familias".

miércoles, 16 de diciembre de 2009

CARDENAL UROSA EXHORTA A RECHAZAR IDOLATRÍA DEL "ESPÍRITU DE LA NAVIDAD"

El Arzobispo de Caracas, Cardenal Jorge Urosa Savino, llamó a los fieles a pedir a Dios que aumente la fe y los exhortó a rechazar "el inexistente y falso 'espíritu de la navidad', que es una vacía idolatría" fomentada por el secularismo.

"Nuestra fe está amenazada hoy por las corrientes del secularismo del mundo occidental que quieren sacar a Dios de la vida pública y social; por los embates de la superstición, por los ataques de la nueva era con el inexistente y falso 'espíritu de la navidad', que es una vacía idolatría y debemos rechazar frontalmente”, expresó el Purpurado en su mensaje por Adviento y Navidad que será leído este fin de semana en las parroquias y los siguientes días en los colegios católicos.

También advirtió sobre la amenaza de la religión pagana que es la santería, que es incompatible con el cristianismo. "Ante esas y otras tentaciones y amenazas, y ante la fragilidad de una vida incoherente (…), debemos permanecer firmes en la fe, y vivir de acuerdo a nuestra excelsa condición de hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, y miembros de la santa Iglesia Católica", afirmó.

El Cardenal Urosa invitó a pedir "a Dios que aumente nuestra fe" y señaló que Santa María es un ejemplo de confianza en Dios. "María es feliz porque abrió su corazón a Dios, y acogió de buen grado su Palabra, aceptando el don maravilloso de ser la madre del Mesías", aseguró.

Sin embargo, el Arzobispo advirtió que "la fe debe manifestarse en las obras" y ser practicada diariamente "en el hogar, en el trabajo, en la vida pública y social, en todos los aspectos de nuestra existencia".

En su texto, el Purpurado invitó a los fieles "a vivir esta Navidad con gratitud al Señor y a celebrarla en familia con una actitud realmente cristiana", pues se trata de "la celebración religiosa del cumpleaños de Jesucristo, nuestro Dios y Señor".

Indicó que en los hogares católicos no debe faltar el Nacimiento, donde se puede "admirar e imitar la fe de los diversos actores del Pesebre: María virgen y madre, San José, que asumió también por anuncio del ángel su papel en la historia de la salvación; los pastores y los reyes magos, postrados ante el niño de Belén en reconocimiento de su grandeza".

Finalmente, tras llamar a participar en las Misas del 25 de diciembre y 1º de enero, el Arzobispo expresó su cercanía a quienes "se encuentran solos, o tristes por algún duelo reciente, a los enfermos y a los presos, a los hermanos que sufren por algún problema grave", y los alentó "a abrir sus corazones al Señor, y a dejar que El los llene de su alegría, de su amor, de su fortaleza y de la felicidad de la fe".