domingo, 13 de diciembre de 2009

12 DE DICIEMBRE - NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oír a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".

La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son extraordinarios.

En un mensaje dirigido a los comunicadores de América Latina, el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Mons. Claudio Maria Celli, alentó a acompañar y educar adecuadamente a los niños y jóvenes, inmersos en las nuevas tecnologías, para ayudarlos a generar una verdadera cultura de respeto, amistad y diálogo; protegiéndolos así de los peligros propios de este entorno.

En su mensaje, el Prelado recuerda primeramente que "la fiesta de María de Guadalupe nos manifiesta de un modo muy evidente cómo Dios se comunica por amor, adaptándose a las culturas de los diversos pueblos".

El Presidente del mencionado dicasterio pide luego a los comunicadores fijarse de manera especial en los niños y jóvenes que viven inmersos en los medios digitales y las nuevas tecnologías, explicando que el Papa Benedicto XVI se ha referido en diversas ocasiones a este tema definiéndola como "emergencia educativa".

Ante esta realidad, afirma, es necesario trabajar "primero, en un esfuerzo sin descanso, por la inclusión digital. Que no haya en la Iglesia comunidades aisladas y carentes de acceso a este espacio social. Que no nos falte perseverancia en esta prioritaria tarea. Al mismo tiempo, una auténtica disposición comunicativa inicia por escuchar a las personas para comprenderlas, compartir y realzar sus valores, acompañarlas en su camino de búsqueda, y anunciarles la Buena Noticia de Jesús para promover una sociedad más justa".

Seguidamente cuestiona: "nosotros, comunicadores de hoy, ¿sabremos acercarnos a los pequeños nuevos interlocutores sociales para comprenderlos, con el tacto y la sabiduría con la que Nuestra Señora de Guadalupe se dirigió a San Juan Diego? ¿Seremos capaces de despojarnos de prejuicios y entrar en sus categorías y lenguajes?"

"Estando a la escucha de sus inquietudes y valores podremos defenderlos mejor de los riesgos que puede comportar el uso de los nuevos medios; no los dejaremos a solas con la tecnología; compartiremos la vida con ellos y así podremos promover juntos una cultura digital de respeto, de diálogo, de amistad", concluye.



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