martes, 16 de febrero de 2010

LA OSADIA DE ASPIRAR ALTO

Grande osadía se necesita ya para ser un santo, grande osadía se necesita para conquistar un siglo, grande osadía se necesita para ganar un imperio. Y la Iglesia, nutrida al parecer con sangre de León y poseída de todas las osadías, derriba hombres, gana imperios, extiende ilimitadamente sus dominios y hoy (a la vuelta de 2000 años y cuando debiera haber envejecido) abre sus ojos hacia todas la fronteras, filosofías, cátedras, libros, parlamentos, arte, política y no desespera de fundar el imperio más vasto que hayan visto los siglos. La Iglesia vive y se nutre de osadías, todos sus planes arrancan de la osadía. Solamente nosotros nos hemos empequeñecido y nos hemos entregado al apocamiento.

Tenemos la necesidad urgentísima de que nuestros baluartes se alcancen fuera de nuestra Iglesia y hogares, para que cada corazón, cada alma nos encuentre en plena vida pública, para conservar los principios que hemos sembrado en lo íntimo de las conciencias, dentro del santuario, del hogar y del templo.

Urge que cada católico rectifique radicalmente su vida y tenga entendido que hay que ser soldados de Dios en todas las partes, sobre todo donde se libren grandes batallas. Dentro y fuera de los templos alcancemos la bandera de Dios y combatamos sin tregua con las banderas desplegadas hacia todos los vientos.

Ser personalidad alta y fuerte es más que ser soldado. Y quien no haya recibido la disciplina de la inmolación y el sacrificio, ni haya metido sus manos en el crisol ardiente del dolor buscando y aceptando metódicamente, no será soldado, ni caudillo, ni siquiera remedo de carácter robusto… Haced presente a los adversarios con ánimo sereno y firme, es necesaria la disciplina de la inmolación voluntaria, es hacer el alma dura a través del desierto a todos los reveses.

No es este el momento de las indecisiones, ausencias o falta de compromisos. Es la hora de los audaces, de los que tienen esperanza, de los que anhelan la santidad, de los que aspiran a vivir en plenitud el Evangelio y de los que quieren realizarlo en el mundo actual y en la historia que se avecina.

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