En India 53 cristianos han sido asesinados en estos últimos días y 500 casas y decenas de parroquias han sido quemadas. Más de 10 mil personas se han visto obligadas a huir.
Benedicto XVI pidió el domingo, dirigiéndose a los propios hindúes, que cese la persecución contra los cristianos en la India. Como mínimo 53 cristianos han sido asesinados en estos últimos días y 500 casas y decenas de parroquias han sido quemadas. Más de 10 mil personas se han visto obligadas a huir.
Los cristianos, que solamente son el 2,3 % de los habitantes de aquel sub continente, registran periódicamente ataques de este tipo. No es el único lugar. En muchos países islámicos la persecución es tan evidente que convierte al cristianismo en una realidad clandestina.
Como casi siempre, Occidente acostumbra a ignorar las masacres cristianas. Las ONG defensoras de derechos humanos, que se preocupan con razón de muchas persecuciones, omiten de manera sistemática su denuncia cuando los masacrados son seguidores de Jesucristo.
Por activa o por pasiva, es bien cierto que precisamente en Occidente es donde existe una cristianofobia que impide asumir la realidad tal como es: Los cristianos son perseguidos mientras que ellos no persiguen a nadie. Cuando se hacen afirmaciones de este tipo, automáticamente alguien levanta el dedo y habla de las cruzadas. Es una muestra de que vamos mal, porque utilizar el pasado contra el presente, sobre todo cuando es tan lejano, es una forma como otra de traicionar a ambos.
Los cristianos nunca deberían perder de vista que, precisamente, una de sus fuerzas se basa en la persecución y el martirio. No se hubieran convertido en la religión absolutamente mayoritaria en el seno del Imperio Romano si antes muchos paganos no hubieran quedado deslumbrados por la forma de vivir y de morir de los que se llamaban cristianos.
Por eso las persecuciones que reiteradamente se producen en distintas partes del mundo nos debería conducir a todos nosotros a dos actitudes prácticas. Una, aplicando a través de las instituciones de la iglesia actos de solidaridad concreta con ellos. Y dos, practicando en el recuerdo de aquellos que ahora más sufren, una vida ejemplar en nuestra sociedad.
Una actitud guiada por el seguimiento de Jesucristo y, tan lejana de las actitudes de condena permanente e intolerancia, como del tragárselo todo sin ningún sentido crítico. Para ayudarnos en este esfuerzo, el conocimiento de los Padres de la Iglesia y el testimonio de los mártires, deberían formar parte de nuestra vida cotidiana y de la enseñanza a nuestros hijos.
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