jueves, 27 de agosto de 2009

¿ESTÁ MAL SER UN DONANTE DE ÓRGANOS?

Hay ciertas circunstancias en las cuales claramente se puede permitir. Por ejemplo, si una persona tiene dos órganos y sólo uno es realmente necesario. Uno de ellos puede ser donado a otra persona, como ocurre en los trasplantes de riñón. También está permitido en el caso de ser posible la extracción del órgano después de una muerte real de la persona, como sucede con las córneas.


Sin embargo, es claramente inmoral matar a una persona para tomar uno de sus órganos, a pesar de que, de todas maneras hubiera muerto en un muy corto período de tiempo. No está permitido matar para ayudar a otro individuo. Sólo Dios tiene poder sobre la vida y la muerte.


El problema es que, cuando una persona muere y sus facultades cardíacas y respiratorias cesan de funcionar durante varios minutos, sus órganos pueden dañarse de tal manera que no sería factible utilizarlos en trasplantes. Por eso, es primordial extraer los órganos lo antes posible.


El gran dilema se presenta en definir cuándo una persona está viva o muerta. Aquí entra en juego el concepto de muerte cerebral. La medicina considera que, al momento de comprobarse la muerte cerebral, tiene que considerársele muerto, sin importar que sus funciones cardíacas o respiratorias se mantengan artificialmente. Consecuentemente, se permite, dicen ellos, extraer los órganos de una persona que aún respira o que su corazón aún late, siempre que se encuentre cerebralmente muerto. Se ha creado un verdadero negocio, y un “cadáver viviente” de este tipo vale más de U$S 80.000 por sus órganos internos.


Esta práctica es asquerosamente inhumana y atenta contra Dios y el orden moral. Una persona muere cuando el alma abandona el cuerpo, y el momento preciso sólo lo sabe Dios, el Creador de la vida. Mientras respire, aun artificialmente, y mientras lata su corazón, tiene muchos signos de vida. Su cuerpo se mantiene en vida por la sangre que recorre su cuerpo. Todavía es un ser humano. Es cierto que si su cerebro está muerto, no volverá jamás a pensar, y no tendrá ni los reflejos y ni las reacciones que dependen de sus funciones cerebrales. Sin embargo, esto no significa que no esté vivo. Simplemente que hay un daño irreparable en sus actividades humanas. Además, existen algunos casos de personas que se recuperaron luego de la muerte cerebral. No le corresponde al hombre decidir que ya no es un ser humano o que no está vivo, y debe ser tratado como un ser viviente. Por esto, ningún órgano esencial puede ser extraído hasta después de un considerable tiempo sin actividad cardíaca o respiratoria.

Padre Peter R. Scot

1 comentario:

JORGE dijo...

Muchas gracias por la reflexión, es muy importante y ha de ser tomada en cuenta para no caer en relativismos.