sábado, 29 de agosto de 2009

EL VESTIDO Y ORNATO DE LAS MUJERES

El vestido y ornato de las mujeres

Durante siglos la moral religiosa cristiana relegó a las mujeres a un segundo plano. En este texto del popular teólogo español, cuyas obras sentaron cátedra moral en la España de los cincuenta y sesenta, se percibe una intensa misoginia heredada de siglos pasados. La mujer, de tentadora belleza, ha de guardar en máximo recato en el vestir para no despertar la concupiscencia de los varones. Puede ser expulsada del templo si va demasiado descocada e, incluso, debe llevar velo para ser admitida en la eucaristía.

El vestido y ornato de las mujeres

De suyo, el vestido elegante y el ornato discreto de las mujeres nada tiene de pecaminoso cuando no traspasa los límites de la modestia cristiana. Más aún: es conveniente que la mujer cristiana vista con la mayor elegancia posible dentro de la más exquisita modestia, para mostrar con su ejemplo que ambas cosas son perfectamente compatibles. Sin embargo, en la práctica, el vestido y ornato de las mujeres constituyen hoy uno de los escándalos más frecuentes y de más amplia y perniciosa influencia.

Como explica admirablemente Santo Tomás, para determinar concretamente los límites de lo permitido por la moral cristiana y señalar el grado de responsabilidad que alcanza a los que los traspasan voluntariamente, hay que atender a la intención y al objeto en sí mismo (vestidos y adornos, entendiendo por tales la pintura, perfumes, cosméticos, etc.). Y así:

1º LA INTENCIÓN PUEDE SER:

a) Honesta, cuando en el vestido y ornato se busca un fin honesto (v.gr., agradar al marido, encontrarlo, encubrir un defecto natural, etc.). En estos casos no se comete pecado alguno, con tal, claro es, que de suyo nada contenga de provocativo o inmoral.

b) Frívola, cuando se debe a vanidad, ligereza, jactancia de belleza, etcétera. Se comete pecado venial si, por otra parte, nada tiene de provocativo en sí mismo.

c) Pecaminosa, cuando lo que se intenta es seducir al prójimo o excitar en él las pasiones. Es siempre pecado mortal, cualquiera que sea la finalidad ulterior que se pretenda (v.gr., contraer matrimonio).

2º EL VESTIDO y ADORNO PUEDE SER:

a) Normal, cuando se ajusta a las legítimas costumbres admitidas en la ciudad o región y es el que llevan corrientemente las personas de buena conciencia de la misma o parecida situación social. No se comete pecado alguno, a no ser que se hubiera extendido entre el pueblo una moda de suyo inmoral o provocativa, en cuyo caso habría obligación de reaccionar contra ella aun con peligro de quedarse solos en la repulsa.

b) Superfluo, cuando, sin caer de lleno en lo inmoral y provocativo, excede los límites del uso corriente y resulta, al menos, llamativo para la mayor parte de la gente. Con frecuencia no pasará de pecado venial (supuesta la buena intención), pero habrá que atender al conjunto de las circunstancias para formular acaso un dictamen más severo.

c) Indecente, cuando resulta francamente provocativo para la mayor parte de los hombres y puede preverse la caída de muchos de ellos con el pensamiento y el deseo. Se comete pecado mortal multiplicado indefinidamente, que puede ser gravísimo si con esa actitud se introduce la moda inmoral en el pueblo o región.

Señalar concretamente cuántos centímetros ha de alargarse la falda o cerrarse el escote para que dejen de ser provocativos o inmorales es cosa absurda e impertinente. No pueden darse normas fijas e invariables, ya que depende mucho del ambiente, costumbres, regiones, situación social, etcétera. Hay cosas que apenas llaman la atención en unas partes y la llamarían gravemente en otras. El principio general que habrá que tener en cuenta en cada caso es el siguiente: es gravemente ilícito e inmoral todo aquello que, teniendo en cuenta las circunstancias que rodean al caso, resulta provocativo para la mayor parte de la gente.

Los predicadores, confesores, padres, maestros, etc., cumplirán mejor su oficio y conseguirán mejores resultados si, en vez de tronar contra este escándalo describiéndolo con vivos colores {que acaso escandalicen más que el pecado mismo que tratan de combatir), se dedican a inculcar directamente y en sentido positivo la virtud de la modestia, recordando el dogma sublime de la dignidad del cristiano como hijo de Dios, templo vivo del Espíritu Santo y heredero del cielo para toda la eternidad.

Vestido decente al comulgar

El vestido para comulgar .puede ser muy pobre, con tal que sea decente y este suficientemente limpio. Y así:

a) Nadie se acerque a comulgar con los vestidos rotos o muy sucios, con los zapatos destrozados o llenos de barro, etc. Sin embargo, si se trata de un mendigo harapiento que no tiene otra ropa o calzado, podría dársele la comunión (mejor en privado si es posible).

b) Las mujeres se han de presentar con traje modesto y decente {I Tim. 2,9; cf. cn.1262 § 2). El sacerdote tiene obligación de negarles la sagrada comunión (aunque siempre con buenos modos y procurando evitar el escándalo) si se presentan en traje provocativo o francamente inmodesto, sobre todo si se les hubiese advertido previamente o se temiese el escándalo de los demás fieles. En casos especiales puede y debe prohibírseles el acceso a la misma iglesia, según las normas emanadas de la Sagrada Congregación del Concilio el 12 de enero de 1930, la novena de las cuales dice así: "A las niñas y mujeres que lleven vestidos inmodestos no se las admitirá a la sagrada comunión ni para madrinas del bautismo y confirmación, y, cuando el caso lo reclame, hasta se les prohibirá entrar en la iglesia".

c) Por costumbre tradicional, apoyada en las palabras de San (1 Cor. II, 13-16), las mujeres deben comulgar con la cabeza cubierta de un velo, y los hombres con la cabeza descubierta.

d) Conviene que los militares se acerquen sin armas.

e) Es más reverente acercarse a comulgar sin guantes.

I) Los sacerdotes y diáconos, cuando comulgan a manera de los seglares, deben llevar estola (pendiente del cuello o transversal, respectivamente), aunque comulguen estando enfermos (Rit. tít.4 C.2 n.4). Obliga bajo pecado venial.

Antonio Royo Marín

Fuente: Antonio Royo Marín. Teología Moral para seglares BAC (1961)

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