Contra esto:
Es evidente en muchos pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento que Dios castiga a los ángeles y a los hombres por sus pecados. Por ejemplo, Mt 25, 41-46:
“Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer (…) E irán éstos a un castigo eterno, y los justos, a la vida eterna”.
De donde se deduce que:
a) Por el contexto, la razón para ir al fuego eterno es de orden moral y es una culpa: “Tuve hambre, y no me dieron de comer…” etc.
b) El infierno existe.
c) Es eterno, o sea, no tiene fin. Por tanto, del infierno no sale nadie: no habrá una reconciliación final de los condenados con Dios.
d) En él se encuentran ya, por lo menos, los ángeles caídos. No es, por tanto, una mera posibilidad.
e) En él se encontrarán, luego de la segunda venida del Señor, algunos seres humanos condenados. Lo cual no excluye que ya existan ahora condenados, entre los difuntos, si bien eso no está afirmado en el texto. Luego, no todos los seres humanos se salvan.
f) El fuego eterno tiene una finalidad, ha sido “preparado para el Diablo y sus ángeles”. O sea, no una mera consecuencia ciega o azarosa, sino algo previsto y querido por Dios.
g) En efecto, la expresión “preparado para el Diablo y sus ángeles” es un “pasivo divino”, o sea, una forma de evitar, por respeto, nombrar a Dios. En vez de decir que Dios lo ha preparado, se dice que está preparado o que ha sido preparado. De hecho, otros manuscritos ponen “preparado por el Padre” o “preparado por el Señor”.
h) Por tanto, si ha sido previsto y querido, “preparado”, por Dios, por razón del pecado y de la culpa, pues eso es lo que tienen en común el Diablo, sus ángeles y los hombres que son colocados a la izquierda del Juez en el último día, entonces ha sido “preparado” como castigo por el pecado. Su misma eternidad sin fin excluye otra finalidad como podría ser la corrección o la conversión.
i) Del mismo modo, se llama a los condenados “malditos”, lo cual es también un “pasivo divino”: Dios los maldice, es decir, “dice el mal” contra ellos como consecuencia de sus pecados y de su falta de arrepentimiento.
j) Pero además, está dicho explícitamente en el texto evangélico: “Irán éstos a un castigo eterno”. Se explicita la calidad de “castigo” del infierno y se vuelve a afirmar su eternidad.
k) La esencia del infierno está expresada en esas dos expresiones: “Apártense de mí”, o sea, la pena de daño, que es la principal, la pérdida de Dios, fin último de nuestra existencia, y “el fuego eterno”, o sea, la pena de sentido.
l) Luego, Dios castiga.
Respuesta:
Hay que decir que Dios castiga. En efecto, Dios crea todo en orden a un fin, que es Él mismo. Las creaturas racionales por naturaleza tienden libremente a ese fin para el que Dios las ha creado, y entonces, pueden fallar y no alcanzar el fin, por el mal uso de su libertad, lo cual es un mal. Luego, el infierno, que consiste esencialmente en la pérdida del fin último, es posible por el solo hecho de que existe la creatura racional dotada de libre albedrío.
Nada ocurre sino aquello que Dios Todopoderoso quiere o permite. Luego, ese mal que es la condenación eterna no ocurre sino porque Dios o lo quiere o lo permite.
Ese mal que es el infierno o la condenación eterna es una consecuencia del mal uso de la libertad por parte de la creatura racional. Ahora bien, por el mal uso de la libertad se incurre en la culpa. Y el mal que es una consecuencia de la culpa, es una pena o castigo, pues la culpa altera el orden de la justicia y es función de la pena o castigo restablecerlo. Luego, la condenación eterna tiene razón de pena o castigo por el pecado.
Pero la pena o el castigo por el pecado, si bien implica necesariamente un mal para el que es castigado, en sí misma no es un mal, sino un bien, pues su finalidad es restablecer el orden de la justicia, alterado por la culpa. De ahí que la pena sólo tiene sentido si es justa, pues lo justo es bueno. Ahora bien, un bien no puede ser solamente permitido por Dios, tiene que ser querido por Él, que es la fuente y la Causa Primera de todo bien. Luego, la condenación eterna del pecador no arrepentido es una pena querida por Dios. En ese sentido, Dios castiga.
A los argumentos respondemos:
1) El castigo es tal por el mal que inflige al castigado, pero es también un bien, en la medida en que restablece el orden de la justicia. Luego , bajo este aspecto, tiene que tener a Dios como Causa Primera, porque todo bien viene en última instancia de Dios, Bien Supremo. Luego, Dios castiga, sea mediante las causas segundas, sea en forma directa e inmediata.
2) El mal como tal no tiene causa eficiente, pero el acto del cual resulta un mal para alguno, sí. Es decir, el incendio y la destrucción de un bosque, por ejemplo, que es un mal, en cuanto mal no tiene causa eficiente, pero sí en cuanto incendio, a saber, el encendido de un fósforo. De ese modo el castigo consiste en algún tipo de acción o de permisión de la cual resulta el mal para el castigado. Y en ese sentido, el que actúa o permite de ese modo es causa del castigo. Pero toda acción o permisión de la creatura depende de una acción o permisión de Dios. Y lo que es bueno, en tanto lo es, no puede ser simplemente permitido por Dios, sino que ha de ser querido por él y lo ha de tener como causa eficiente, pues el bien se identifica con el ser. Luego, Dios es Causa Primera del castigo, en lo que éste tiene de ser y de bien. Luego, Dios castiga.
3) Si el que castiga no ama, entonces los padres no aman a sus hijos cuando los castigan. Por el contrario, amar es querer el bien del otro, y el castigo es un bien, en esta vida, no solamente en cuanto restablece el orden de la justicia, sino además, en cuanto sirve para la corrección del pecador, lo cual apunta a su salvación eterna. Por eso, es por amor que los padres castigan a sus hijos. Por lo que tiene que ver con la condenación eterna, que no tiene finalidad correctiva, se debe a que el amor de Dios no elimina su justicia, de modo que el pecador no arrepentido, que rechaza hasta el final el amor de Dios que busca su salvación, cae por ello mismo bajo la justicia divina, que restablece el orden propio de la justicia mediante la pena del infierno.
4) Dios misericordioso perdona siempre al pecador arrepentido, pero el pecador puede no arrepentirse, y entonces, está sujeto al castigo de la justicia divina.
5) El infierno o la condenación eterna no puede ser solamente permitido por Dios, como se ha dicho, porque en sí mismo no es un mal, sino un bien, en tanto pena por el pecado que restablece el orden de la justicia.
6) El infierno no puede ser solamente consecuencia del pecado, y no castigo por el pecado, porque el pecador incurre en culpa y la consecuencia de la culpa es justamente la pena, como se ha dicho.
7) Los males de esta vida, al menos algunos de ellos, son consecuencia de nuestros pecados. Ahora bien, como se ha dicho, el pecado implica la culpa, y la consecuencia de la culpa es la pena.
Luego , algunos males de esta vida son penas por el pecado. La pena o castigo tiene dos finalidades, como se ha dicho: una es la restauración del orden de la justicia, y la otra, es la corrección del pecador. El pecado, por su parte, puede ser venial o mortal. En lo referente al pecado mortal, si no es perdonado, lo cual supone el arrepentimiento del pecador, la restauración del orden de la justicia se da solamente por la condenación eterna. Pero los males de esta vida pueden tener el efecto de hacer reflexionar al pecador y conducirlo al arrepentimiento, y bajo esa categoría, pueden ser llamados castigos medicinales o correctivos. En lo referente al pecado venial, las penas de esta vida tienen razón tanto de corrección como de restauración de la justicia.
Lic. en Filosofía Néstor Martínez