Los argentinos somos proclives a irnos de boca, pero también tenemos, ocasionalmente, la “virtud” de saber callarnos cuando las cosas no se dan como las imaginamos o, sencillamente, si no nos convienen. Ejemplos de esto tenemos a diario. Ejemplos que a veces nos hacen pensar que admirar a una persona sólo por el talento distintivo que Dios le dio y no por la totalidad de sus acciones como hombre nos pueden llevar a dolorosas desilusiones.
miércoles, 11 de junio de 2008
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