Aguafuertes de un mundo post-yaltino:poderosos avasallan al menor.Rugen las bitubo en argentino,rechazando al Harrier invasor.
El hollín ennegrece los vientos y los prados,no amenaces, Inglaterra, con la muerte.En el barro, los ángeles y los soldadoscantan juntos el rosario, sin temerte.
Los del bien están hasta la coronilla,pero hoy el mismo averno ha de temblar.En cabalgata de cruzados de Castillarasantes vuelan los Mirage a batallar.
Otoño austral vuelto estío palestino.No todos son unos tibios de corset:como por el Sepulcro Santo, por Malvinasclava diestra su pica el Exocet.
Y aunque decir no sea un desatino—que en el orbe manda el oro, el vil millón—han sabido morir los argentinoscon la garra de los nuestros en el Don.
De la Tierra, de sus últimos confines,donde caen en olor de Cristiandad,acoge las almas de sus paladinesla Theotokos Virgen, Doña Soledad.
Y los lleva a la estancia de su Hijo Jesús,donde no hay muerte, ni ningún sufrir,donde los héroes de España y de la Santa Rusde blanca luz los ha de revestir.
Donde están Pizarro, Hernán Cortés y Wrangel,nuestro legendario Negro Barón,que en la hueste invisible de Miguel Arcángelal mal preparan un Armagedón.
Y hasta tanto a Goliath como a Daviddel Juicio Final les llegue la postdata:¡Dormid bajo las olas, descendientes del Cid,oro entrañable de la nación del Plata!
Antón Vasiliev
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