El diario L’Osservatore Romano (LOR) publicó en su edición de este viernes un artículo en el que critica la nueva cinta "Luna Nueva (New Moon)", saga de "Crepúsculo", una historia que relata el triángulo amoroso entre un vampiro vegetariano, un hombre lobo y una adolescente solitaria que no encaja en su medio.
Esta segunda parte de la saga muestra a la protagonista Bella Swan, deprimida por la partida de su novio Edward Cullen, el vampiro, que la deja para evitar poner en peligro su vida. Así se acerca a su amigo Jacob Black, quien en realidad es un hombre lobo.
"En Luna Nueva –dice LOR– Bella acaba de cumplir 18 años pero está llena de cicatrices nunca curadas, no solo exteriores, y es una muchacha cercana a los hombres lobo que vive en equilibrio entre dos mundos y ha sido herida por quien debiera haberla protegido".
El diario vaticano señala que esta cinta "ya ha generado el comentario de muchos (críticos profesionales y no profesionales, bloggers y otros) y la repetición hasta el cansancio de lo ya dicho y escuchado sobre el primer episodio: se trataría de pura propaganda moralmente peligrosa, de un ‘elogio a la represión sexual en sí misma’, de una especie de anuncio cristiano camuflado como best seller juvenil".
Con esta tendencia, dice el artículo, "habría que sacarse el sombrero" ante la autora Stephanie Meyers, quien ha escrito la saga y "que ha sido capaz de dorar la píldora para encubrir la severa alerta oscurantista con algunos" clichés "para ir creando una máquina de dinero que funciona a todo dar en todo el mundo".
Tras comentar el tratamiento poco claro de la cinta sobre la sexualidad, LOR describe que en la película "existe una zona oscura, una hostil ansiedad común a todos los personajes principales, así como el miedo a ser divididos por el tiempo que pasa (solo para Bella, la protagonista, pues Edward, el vampiro, tendrá siempre 17 años) y el terror de decepcionar a la persona amada, de perderla para siempre o de hacerle un mal de modo irremediable, como le sucedió al Romeo" de Shakespeare.
Como en Crepúsculo, "la opción por hacer hablar a los ‘monstruos’ como los vampiros y los hombres lobo es un eficaz instrumento expresivo que permite ponerse uno mismo ante el enigma de la libertad y la misteriosa pulsión de muerte que envenena la vida generando violencia, infelicidad y caos en el mundo de los humanos, la ‘herida original’ que todos tienen dentro".
Es mejor, prosigue el artículo de LOR, "evitar llamar ‘pecado’ (su aroma a incienso podría alarmar a los laicistas) a la ‘herida original’ que puede ser traducida como la sombra que envuelve las relaciones de amistad o amor, que transforma a la llamada sociedad civil en una instancia de crueldad y ferocidad".
Se puede ver, además, "la facilidad con la que un afecto profundo o incluso una relación de simple empatía se transforma en una relación de poder, y el gusto amargo de la ‘espinosa realidad’, como escribía Rimbaud, que se revela en la continua repetición del mecanismo de ‘tensión hacia el cumplimiento, desilusión, reacción violenta’".
El texto señala también que "cada tanto el registro constantemente alto del guión hace tropezar los diálogos en cualquier ingenuidad y no faltan algunas torpezas y caídas de la tensión, sobre todo en las escenas rodadas en Italia, en Montepulciano (…) pero los intérpretes parecen convincentes (al menos por ahora) e irónicos incluso fuera del set: ‘el 75 por ciento del mérito es de los cabellos’, responde Robert Pattinson (Edward) a quien le pregunta por el éxito planetario del vampiro bueno, un poco James Dean, un poco ícono dark de quien vive en la ciudad más lluviosa de Estados Unidos".
De otro lado, el experto en cine del Pontificio Consejo para la Cultura, Mons. Franco Perazzolo, señaló que la esta cinta constituye "un vacío más peligroso que cualquier tipo de mensaje desviado".
"El género vampiresco combina una serie explosiva de imágenes que atrae siempre a las jóvenes generaciones hacia los extremos, tras lo cual se encuentra el vacío", dijo.
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