Alocución televisiva de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en el programa “Claves para un mundo mejor”
(21 de noviembre de 2009)
“Hoy quiero hablarles de un tema que es de una gran seriedad, un tema muy importante pero que en el tumulto de discusiones y quejas que agitan la vida de la Argentina puede quedar relegado, puede pasar inadvertido”.
“Ustedes seguramente están informados de que en dos Comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación se ha tratado un proyecto para autorizar a las personas homosexuales a contraer matrimonio”.
“Esos proyectos felizmente no han avanzado, no recibieron la aprobación de esas Comisiones, pero casi contemporáneamente una jueza de la Ciudad de Buenos Aires ha concedido esa autorización declarando inconstitucionales dos artículos del Código Civil que definen al matrimonio como corresponde, es decir, como la unión de un hombre y una mujer”.
“La discusión que se ha suscitado sobre esa decisión y la argumentación de la misma jueza llaman mucho la atención, porque se ha presentado esa solución jurídica deforme como un triunfo sobre la discriminación. Se dice que las personas homosexuales serían discriminadas si no se les permite contraer legalmente la unión que corresponde a la institución matrimonial”.
“Pero ocurre que este no es un problema que pueda resolverse por una decisión del derecho positivo, porque se trata de una institución natural”.
“El matrimonio es lo que funda la familia como institución natural y el Código Civil Argentino ha recogido una tradición que es de derecho natural y de sentido común. Más aún, habría que recordar que el matrimonio está aludiendo en su mismo nombre a la calidad de madre que la mujer adquiere y le es reconocida legalmente mediante la unión que contrae con el varón”.
“Esto nos permite observar que el matrimonio es una institución, y una institución al servicio de la sociedad: el varón y la mujer que se casan constituyen una célula de esa sociedad que tiene como fin principalísimo la comunicación de la vida. Todas estas realidades no pueden verificarse, obviamente, en el caso de la unión de dos personas homosexuales”.
“Por otra parte hay que notar que la convivencia de dos personas del mismo sexo puede, eventualmente, ser regulada en cuanto a los problemas que surjan y demás circunstancias de la relación en el orden del derecho privado. Pero aquí existe la voluntad de cambiar una institución de derecho público y que se funda en la naturaleza humana. Se pretende alterar la realidad del matrimonio y la familia en función de una ideología”.
“La petición de los pretendidos esposos y la concesión de la jueza porteña va contra la naturaleza de las cosas. Va también contra la razón y contra el sentido común”.
“En el caso hay también implícita una cuestión política de primer orden. Es notable que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires haya hecho declaraciones que no vienen al caso, pues ha dicho textualmente que “es importante que aceptemos y convivamos con esta nueva realidad que es la dirección en la que va el mundo en cuanto a salvaguardar el derecho de cada persona a elegir libremente con quién formar pareja y ser feliz”.
“Podríamos argüir al desubicado pronunciamiento del Jefe de Gobierno: ¿quién le impide a nadie elegir a quien se le ocurra para formar pareja y ser feliz con ella? Pero que a eso se llame matrimonio es otra cosa. Por eso, muy bien ha dicho el Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que esta definición del Jefe de Gobierno de Buenos Aires peca de una ligereza extraordinaria”.
“Lo que está en juego aquí es la realidad natural del matrimonio, la institución del matrimonio y, por tanto también, la familia, que es una pieza clave en la organización de la sociedad. Se ve claro que la unión civil que ya se había aprobado en la Ciudad de Buenos Aires para personas del mismo sexo era sólo un primer escalón en este avance con el que se quiere llegar a la completa adulteración del orden familiar”.
“Digámoslo abiertamente lo que se está buscando es la destrucción de la familia. ¿Qué llegará a ser una sociedad en esos términos?”.
“Por eso sobre esta cuestión es necesario manifestarse con toda claridad. Debemos formarnos una recta opinión acerca del asunto, y difundirla también para que no prevalezca el coro de diputados ideologizados y grupos de presión que intentan alterar el orden jurídico con medidas ilegales que se oponen a la Constitución Nacional y al orden natural de la sociedad”.
“Aquí no hay una cuestión de discriminación. Nadie discrimina a nadie. Aquí lo que hay que salvaguardar es la realidad natural e institucional del matrimonio como fuente de la familia, sin la cual no puede haber una sociedad digna del hombre”.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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