El obispo de una comunidad brasileña que celebra la misa antigua (forma litúrgica extraordinaria del Rito Romano, denominada tridentina o de San Pío V) considera que los abusos en la liturgia se deben a la «falta de una seria espiritualidad».
En esta entrevista concedida a Zenit, el obispo habla, entre otras cosas, de la belleza y de la riqueza de la Misa antigua, cuya facultad de celebrar ha sido extendida por Benedicto XVI a toda la Iglesia con el motu proprio «Summorum Pontificum» del 7 de julio de 2007.
La Administración Apostólica Personal de San Juan María Vianney es una circunscripción eclesiástica equiparada por el derecho a las diócesis e inmediatamente sujeta a la Santa Sede, según el canon 368 y el decreto «Animarum Bonum».
Su fundador fue el obispo Licínio Rangel, quien fue consagrado por tres obispos ordenados ilícitamente por el obispo fallecido Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad de San Pío X. El carácter cismático de la ordenación rompió la comunión plena con Roma.
Su regreso al seno de la Iglesia católica tuvo lugar el 18 de enero de 2002, en una ceremonia solemne presidida por el representante de Juan Pablo II, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación vaticana para el Clero.
--En su Administración Apostólica se celebra la misa antigua del Rito Romano (precedente a la reforma de 1970). ¿Cuáles son las características de este tipo de misa?
--Monseñor Fernando Rifan: Hay varios motivos de este amor, de la preferencia y de la conservación de la forma extraordinaria de la Liturgia Romana. El entonces cardenal Joseph Ratzinger, nuestro actual Papa, hablando a los obispos chilenos en Santiago, el 13 de julio de 1988 los sintetizó de este modo: «Aunque hay numerosos motivos que pueden haber llevado a un gran número de fieles a encontrar refugio en la liturgia tradicional, el más importante es que allí encuentran preservada la dignidad de lo sagrado».
De hecho, por su riqueza, belleza, elevación, nobleza y solemnidad de las ceremonias, por su sentido de lo sagrado y reverencial, por su sentido de misterio, por su mayor precisión y por el rigor -ofreciendo así más seguridad y protección contra los abusos, sin dejar espacio a ambigüedades, a la libertad, creatividad, adaptaciones, reducciones y manipulaciones (como lamentaba el Papa Juan Pablo II en la encíclica «Ecclesia de Eucharistia»)-- y siendo para nosotros la mejor expresión litúrgica de los dogmas eucarísticos y sólido alimento espiritual, es una de las riquezas de la liturgia católica, con la que expresamos nuestro amor y nuestra comunión con la Santa Iglesia. Y la Santa Sede reconoce esta adhesión nuestra como perfectamente legítima.
--¿La misa antigua podría ser más promovida en la vida de la Iglesia, aunque en forma extraordinaria, como señala y permite el motu proprio «Summorum Pontificum»? ¿Qué beneficios aportaría?
--Monseñor Fernando Rifan: Este era ya el deseo del Santo Padre Juan Pablo II, cuando afirmó en su motu proprio «Ecclesia Dei adflicta» del 2 de julio de 1988: « A todos esos fieles católicos que se sienten vinculados a algunas precedentes formas litúrgicas y disciplinares de la tradición latina, deseo también manifestar mi voluntad - a la que pido que se asocie la voluntad de los obispos y de todos los que desarrollan el ministerio pastoral en la Iglesia - de facilitar su vuelta a la comunión eclesial a través de las medidas necesarias para garantizar el respeto de sus justas aspiraciones. .. Además, se habrá de respetar en todas partes, la sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición litúrgica latina, por medio de una amplia y generosa aplicación de las normas emanadas hace algún tiempo por la Sede Apostólica, para el uso del Misal Romano según la edición típica de 1962».
Este deseo ha sido ahora reforzado y ampliado al mundo entero por el Papa Benedicto XVI con el motu proprio «Summorum Pontificum».
Los beneficios de la reintroducción y de la difusión de la Iglesia de esta forma extraordinaria del Rito Romano han sido ya mencionados por el Papa actual en su motu proprio, cuando dice que en la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá manifestar, de manera más intensa, esa sacralidad que atrae a muchos hacia la tradición antigua. Es exactamente lo que ha subrayado el cardenal George de Chicago: «...el mismo Santo Padre, hace tiempo, llamó nuestra atención sobre la belleza y la profundidad del Misal de San Pío V... La liturgia de 1962 es un rito autorizado de la Iglesia católica y una fuente valiosa de comprensión litúrgica para todos los otros ritos.. Esta liturgia pertenece a la Iglesia entera como un vehículo del espíritu que se debe irradiar también en la celebración de la tercera edición típica del Misal Romano actual» (cardenal Francis George, arzobispo de Chicago, Estados Unidos, en el prólogo a las Actas del Coloquio 2002, «La liturgia y lo sacro», del CIEL, Centro Internacional de Estudios Litúrgicos).
Cuando participé, en agosto de 2007, en el Congreso de Oxford, reunido para enseñar la celebración de la Misa en la forma extraordinaria a los más de 60 sacerdotes diocesanos del Reino Unido allí presentes, el arzobispo de Birminghan, monseñor Vincent Nichols, dijo en la misa solemne de apertura a los sacerdotes participantes que, tras haber aprendido la misa en la forma antigua, aunque en sus parroquias celebraran la misa en el rito actual de Pablo VI, la celebrarían de todos modos mucho mejor. Creo que es un beneficio auspiciado por el Papa en el motu proprio «Summorum Pontificum».
--¿Qué indicaciones da usted para evitar la escasa atención y respecto por la liturgia?
--Monseñor Fernando Rifan: Hablando de los abusos posteriores a la reforma litúrgica, el entonces cardenal Joseph Ratzinger lamentaba que la liturgia degeneraba en un show, en el que se busca hacer la religión interesante con la ayuda de elementos de moda, con éxitos momentáneos en el grupo de los «fabricantes» litúrgicos (introducción al libro La Réforme Liturgique, de monseñor Klaus Gamber, página 6 y 8).
El cardenal Edouard Gagnon era de la misma opinión: «No se puede ignorar que la reforma (litúrgica) ha dado origen a muchos abusos y ha conducido en cierta medida a la desaparición del respeto por lo sagrado. Este hecho debe ser lamentablemente admitido y excusa a un buen número de aquellas personas que se han alejado de nuestra Iglesia y de su antigua comunidad parroquial» (...) («Integrismo y conservadurismo» - Entrevista al cardenal Cardinale Gagnon, «Offerten Zitung - Römisches», nov. dic. 1993, p. 35).
Creo que el punto central de los abusos fue señalado por el mismo cardenal Ratzinger: la puerta dejada abierta a una falsa creatividad de los celebrantes (entrevista en L'homme Nouveau, nº 7, octubre 2001).
Detrás de esto está la falta de una seria espiritualidad, según la cual para atraer al pueblo se deben inventar novedades. La santa misa atrae por sí misma, por su sacralidad y su misterio. En el fondo, se trata de la disminución de la fe en los misterios eucarísticos a la que se trata de suplir con novedades y creatividad. Cuando el celebrante quiere convertirse en protagonista de la acción litúrgica, empiezan los abusos. Se olvida que el centro de la misa es Jesucristo.
El actual secretario de la Congregación para el Culto Divino, monseñor Albert Malcolm Ranjith, lamenta: «La santa misa es un sacrificio, don, misterio, independientemente del sacerdote que la celebra. Es importante, diría fundamental, que el sacerdote se retire: el protagonista de la misa es Cristo. No comprendo, por tanto, las celebraciones eucarísticas transformadas en espectáculos con bailes, cantos o aplausos, como lamentablemente sucede muchas veces con el Novus Ordo».
La solución a los abusos está en las normas dadas por el Magisterio, sobre todo en el documento «Redemptionis Sacramentum», del 25 de marzo de 2004, que pide que «todos procuren, según sus medios, que el santísimo sacramento de la Eucaristía sea defendido de toda irreverencia y deformación, y todos los abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravísima para todos y cada uno, y, excluida toda acepción de personas, todos están obligados a cumplir esta labor» (n. 183).
Pero, como dice monseñor Ranjith, «existen muchos documentos (contra estos abusos) que lamentablemente han quedado como letra muerta, olvidados en bibliotecas llenas de polvo, o peor aún, tirados a la papelera».
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